Las horas oscuras
Escribo esta colaboración en el momento más crítico que mi generación recuerde que el mundo vive. Putin, el autócrata de Rusia, ha invadido Ucrania, violentando el derecho internacional y poniendo en jaque la paz de todo el mundo y haciendo estallar por los aires la arquitectura de las instituciones creadas después de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, la ONU como institución multilateral es prácticamente un cascarón vacío y la presión real y concreta contra el invasor ruso proviene de la Unión Europea y de los países de Occidente con mayor fuerza militar y económica. El pueblo ucraniano responde con heroicidad defendiendo su soberanía y las dramáticas escenas de horror que la guerra ha permitido ver deben de llevarnos a la máxima solidaridad posible en todos aspectos que podamos hacerlo con Ucrania. Un ¡NO A LA GUERRA! de manera unánime retumba ya en todos lados, incluyendo manifestaciones en la propia Rusia, mismas que son reprimidas por el gobierno autoritario de Putin.
Las sanciones que varias naciones han impuesto a Rusia están limitadas a una esfera económica como desconectar del sistema SWIFT a algunos bancos rusos, o de apoyo en equipo militar a Ucrania, o restricción del espacio aéreo y cancelación de vuelos de aerolíneas comerciales de Rusia, etcétera, porque la OTAN no pude intervenir de manera frontal y directa en virtud de que Ucrania no forma parte de ella y que su solo escenario de pertenencia es lo que ha hecho justo la parte medular de la argumentación de Putin para la invasión. Los países bálticos y antiguos satélites de la ex-URSS deben sentir que lo que hoy vive Ucrania maña pueden vivirlo ellos, y no solo eso, ya que Putin ha amenazado también a Suecia y Finlandia. Así pues, estas acciones de Putin se convierten en el mayor desafío para Europa en su conjunto desde la Segunda Guerra Mundial, pero no sólo, sino para el mundo entero.