Los consentidos
Por Diego Petersen Farah
El proyecto de transformación política de López Obrador requiere una nueva élite económica.
Generar una nueva élite económica no es fácil. Lo hizo Lázaro Cárdenas, con todo el poder que implicó ser el primer presidente que duró seis años y que nacionalizó el petróleo; lo hizo Miguel Alemán, el primer gran proyecto político empresarial; de alguna manera Luis Echeverría con los Vázquez Raña y claramente Salinas de Gortari con las privatizaciones. Todos los demás presidentes lo han intentado y si bien no logran un gran cambio en la estructura económica, todos han tenido sus consentidos. ¿Son los prestanombre? Las malas lenguas y la lógica hacen pensar que sí, pero esas intuiciones no suelen estar acompañadas de datos, entre otras cosas porque de lo que se trata es de ocultar los datos de la riqueza.
El proyecto de transformación política de López Obrador requiere una nueva élite económica. Más allá de discursos jauristas y sermones mañaneros citando a cristo, el Presidente necesita sostener su proyecto político en una élite económica que le sea fiel y sea confiable para su causa. Paradójicamente la mayoría de los empresarios en los que se apoya el proyecto lopezobradorista, el consejo asesor, vienen de la casta creada por Salinas de Gortari y fueron beneficiaros de las tan criticadas privatizaciones: Carlos Slim, el “empresario que se porta bien” se quedó con Telmex y mantuvo por décadas el monopolio de la telefonía; Ricardo Salinas Pliego, el beneficiario de las tarjetas Bienestar obtuvo Imevisión, hoy TV Azteca, en una extraña relación con Raúl Salinas de Gortari; Miguel Rincón se quedó en el proceso privatización con la papelera estatal, Pipsa; Carlos Hank González es heredero del político mexiquense del mismo nombre, prototipo y de la corrupción priista. Otro de los consejeros, Olegario Vázquez Aldir, fue el empresario preferido del sexenio de Vicente Fox. La única apuesta propia de López Obrador, el consentido del sexenio, es Daniel Chávez Morán dueño de Vidanta, que, si bien ya era una empresa muy grande antes de 2018, él nunca había jugado en las grandes ligas políticas.
El error de involucrar a los Chávez en la defensa de José Ramón López Beltrán tiene un costo político adicional. No solo evidenció un conflicto de interés, sino que puso la lupa sobre los desarrollos turísticos del empresario hotelero: cada permiso, cada concesión, cada trámite y nuevo negocio que emprendan él o sus hijos estarán marcados y vigilados, como sucedería en cualquier otro sexenio con cualquier otro presidente. Daniel Chávez y sus hijos ya no son unos empresarios más, son los patrones y protectores de uno de los hijos del Presidente. Por donde se le busque, son los nuevos consentidos.