Biden y Putin
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, rindió el martes su Primer Informe de Gobierno, o como le llaman allá, el Estado de la Unión. Lo verdaderamente novedoso es que regresaron las formas de la política tradicional al recinto de la Cámara de Representantes del Capitolio en Washington.
Biden fue interrumpido muchas veces con aplausos en los que participaron los republicanos. En ningún informe de Trump hubo aplausos demócratas, puesto que el polarizador en jefe establecía los parámetros, pero eso parece que ya pasó.
Joe Biden, de manera muy inteligente, abrió su discurso hablando de Ucrania y la agresión rusa. En este tema no hubo dudas. Todos los asistentes se levantaron a ovacionar a Biden cuando habló de la “injustificada y artera” invasión de Rusia a una Ucrania que nada había hecho para ser objeto de una guerra. Los aplausos crecieron cuando Biden reconoció la presencia de la embajadora de Ucrania en Washington, quien ocupó un lugar como invitada de la primera dama, la doctora Jill Biden.
El conflicto de Ucrania, habrá que reconocerse, cayó como venido del cielo para Joe Biden. Le permitió establecer un discurso unificador, sabiendo que los republicanos unirían su voz. Uno de los peores errores de cálculo de Donald Trump fue calificar la invasión como un “acto genial” por parte de Vladimir Putin. Nadie podrá olvidar la cercanía y admiración que Trump siempre ha profesado por el dictador ruso, pero esta vez la alabanza gratuita fue un disparo en el pie. Sólo los muy enfermos fanáticos trumpianos comparten esa postura con su mesías.
Pieza importantísima en la historia de esta invasión es el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Al comenzar la invasión rusa, Zelenski se puso el uniforme militar de combate, y se fue a encabezar a sus tropas. Esto, sabiendo que había órdenes desde lo más alto del Kremlin de matarlo. Zelenski no sólo se le ha escurrido a las fuerzas especiales rusas. Ha dado entrevistas a CNN y otros medios occidentales, pronunció un discurso ante los delegados de la Unión Europea que llevó al representante alemán hasta las lágrimas, y consiguió la promesa de envío de armas y alimentos. Lo mismo, con Estados Unidos.
Zelenski se ha convertido en unos cuantos días en el rostro de la democracia frente al autoritarismo. Putin debe saber que, de matarlo ahora, lo convertirá en mártir, y sería doblemente peligroso. Lo admira todo el mundo occidental, y hasta los rusos mismos.
Algo extraño está pasando con el Ejército Rojo. Una columna de tanques y camiones de guerra de 40 kilómetros de longitud se apostó alrededor de Kiev, la capital. Pero en dos días no se movieron. Es posible que, para cuando usted lea esto, ya hayan tomado la capital. Pero también es posible que la inesperada y gallarda resistencia del Ejército y pueblo ucranianos, aunada al desgano y oposición a la invasión entre los efectivos rusos, haya retrasado la operación.
Mientras, la oposición a la invasión rusa a Ucrania crece. Ha habido manifestaciones en todo el mundo, y en buena parte de Rusia misma. Muchos rusos piensan que esto es una guerra civil, por la cercanía y los lazos que hay entre ambos pueblos. Sí hay cercanía, pero nada más. Los ucranianos llevan 30 años de vivir en una democracia, y estuvieron a punto de perderla cuando los gobernó Víktor Yanukóvich, un títere ruso. Pero la Revolución de la Dignidad de 2014 derrumbó al dictador, y restauró la democracia, y echó a los rusos del poder. Desde entonces, Ucrania ha querido ingresar a la OTAN, pero la oposición de Rusia lo ha impedido.
No nos engañemos. No se trata de la OTAN. Se trata de un líder que ya perdió la razón y el equilibrio. Las amenazas de Putin de usar armas nucleares se toman en serio en todo el mundo, pero más en el Kremlin. ¿Cuánto tardarán los oligarcas y los mandos del Politburó en decidir que Putin ya no sirve a sus intereses? Veremos.