Carta al lector desconcertado
Por Óscar de la Borbolla
Por primera vez en mi vida, lo confieso, no entiendo nada, y me quedo viendo pasar los contingentes de uno y otro y otro bando convencidos cada cual de su verdad
No soy experto en ninguno de esos temas y mi deseo de entender lo que realmente pasa choca con una pluralidad de versiones entre las que no faltan las fake news que, por lo mismo, me cuesta muchísimo tiempo y esfuerzo discriminar.
Lo más fácil sería atenerme a lo primero que recibo o a lo que mejor cuadra con mis deseos y mis gustos, pero, como no quiero ser presa de la manipulación mediática, no me queda más remedio que triangular las noticias, los enfoques, las imágenes editorializadas y buscar y rebuscar y, con todo, lejos de que se me aclare el panorama, más confundido quedo.
Yo, como cualquiera, trabajo y tengo una vida y —como se comprenderá fácilmente— no dispongo del tiempo para pasármelo comprobando si lo que se dice en el espectro de la información es o no verdad. Esto revela que estamos en una crisis del fundamento de lo que podría llamarse el sistema informativo. Una crisis que puede resumirse diciendo: lo que se informa no informa.
Mi única esperanza es que entre esas multitudes cegadas por el encontronazo de los puntos de vista divergentes alimentados con hechos a medias y mucho odio, existan también otros individuos tan confundidos como yo, que duden e intenten armarse una idea ecléctica de las cosas, aunque esa idea esté mal parchada y no resulte tan consistente como uno quisiera que lo fuese; una idea ponderada, matizada, provisional, siempre ajustable, nunca dogmática, pues hoy, lo único que, yo al menos, tengo por cierto es que la jacaranda que contemplo desde mi ventana sigue triunfando con su estallido floral a mitad de este México (y de este mundo) que se tambalea por todas partes y hace agua por todos lados. Mi esperanza, en pocas palabras, es que esta carta al lector confundido tenga no uno sino muchos destinatarios.