Guerra

Hasta el momento de escribir esta columna, tropas rusas de ‘pacificación’, como les ha llamado Vladimir Putin, presidente de Rusia, empezaban la ocupación de las provincias de Donetsk y Luhansk, al este de Ucrania. Finalmente, la única excusa que encontró Putin para invadir fue declarar a esas provincias como países independientes. Por supuesto que ni Putin, ni ningún otro jefe de Estado, ni siquiera el secretario general de Naciones Unidas, tienen la facultad de declarar la independencia de nadie, pero así se las gasta el oligarca ruso.

Nadie piensa que se detendrá ahí. No hubo dudas desde el momento en que Putin pronunció un extraño discurso televisado el viernes. A ratos incoherente, a ratos furibundo y, por momentos, tratando de establecer una realidad alterna. Cuando expuso el concepto del peligro que corrían rusos étnicos residentes en las provincias controladas por las milicias rusas, ni él mismo lo creyó. Pero fue subiendo la temperatura del discurso, y acabó revelando su verdadero pensamiento: Ucrania nunca ha existido; siempre ha sido parte de Rusia.

El argumento es falso. Rusia siempre ha deseado que Ucrania sea parte de Rusia, y Putin, que se concibe a sí mismo como la reencarnación de Catalina la Grande, quiere repetir la conquista de Ucrania que consiguió la última zarina de la historia, allá por el siglo 18. Putin invocó a Lenin y hasta a Stalin para justificar internamente su invasión.

La Duma, tan parecida a nuestra Cámara de Diputados, se apresuró a autorizar el uso de la fuerza, y Putin ya tiene luz verde para montar una invasión masiva.

La reacción de la OTAN también fue inmediata. Alemania frenó el proyecto del segundo oleoducto para transportar el gas natural que importan desde Rusia, lo que le costará a Putin miles de millones de dólares. Estados Unidos aplicó también sanciones, aunque se guardó las más fuertes en caso de una invasión total. Los esfuerzos diplomáticos prácticamente cesaron. La Casa Blanca confirmó la cancelación de una posible cumbre Biden-Putin, y el Departamento de Estado también anunció que se retiraban del acuerdo para que se reuniera Antony Blinken, el secretario, con Sergei Lavrov, el ministro ruso de Exteriores.

El Senado de Estados Unidos pidió un informe de los servicios de inteligencia. Pretenden conocer la situación real del conflicto, para intentar enviar armas y apoyo militar a Ucrania, pero no tropas. Putin cuenta con la seguridad de que el presidente Joe Biden no enviará tropas, cuando se acaba de retirar de Afganistán. Pero Biden no se cruzó de brazos. Ordenó el envío de efectivos militares a Letonia, Estonia y Lituania, tratando de reforzar la defensa de los países miembros de la OTAN. Ucrania, que quisiera ser miembro, no lo es, y ésa es la máxima preocupación de Putin, dado que los países de la OTAN tienen firmado un pacto que dice que el ataque a uno de sus miembros, es un ataque a todos, y ahí sí la respuesta militar sería inmediata.

Increíblemente, o tal vez no tanto, quien salió a defender la decisión de Putin fue… ¡Donald Trump! Lo entrevistaron en uno de los programas de ultraderecha, que son ya sus últimos vehículos de comunicación, puesto que la red social similar a Twitter que pretendía crear parece destinada al fracaso; ahí dijo que la invasión y la justificación que encontró Putin fueron “geniales”. Me sigo preguntando qué rayos le sabe Putin a Trump que lo hace comportarse con tal abyección.

Estoy seguro de que, para cuando usted lea esto, la situación ya habrá cambiado. Para enterarse de lo más reciente, lo invito a sintonizarnos esta noche en EL FINANCIERO-TV, donde a las 9 p. m., en Al Cierre, lo pondremos al corriente con información fresca y contextualizada. Hasta entonces.

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