Instituciones amenazadas
Las instituciones globales se encuentran a prueba después de los efectos devastadores que ha dejado, primero la pandemia, y ahora una guerra en Ucrania que amenaza con escalar hacia dimensiones desconocidas.
La ONU se sumerge en una severa crisis de identidad y credibilidad al tener a uno de los protagonistas en guerra y al mismo tiempo decidiendo en el seno del Consejo de Seguridad como miembro permanente.
Esta situación contraría la esencia del organismo, que es promover la paz y el multilateralismo. En estos momentos, Rusia veta todas las iniciativas que promueven el cese de hostilidades en Ucrania, porque es juez y parte.
Rusia, que venciera a los nacionalismos en la Segunda Guerra Mundial, ahora encabeza una escaramuza en busca de refrendar su poderío entre una transformación que pretende situarse entre el zarismo y el estalinismo. Su fórmula es el absolutismo y el medio, son las armas.
Por otro lado, la OMS ha quedado a deber en su función de ser el organismo rector de la salud global. Ha fallado en su gestión para la distribución de las vacunas contra el COVID-19 a los países más pobres. Se quedaron en el intento para organizar mejores estrategias y lograr mayor apoyo al alcance de los más necesitados.
Mientras tanto, la OTAN se debate entre el existencialismo del ser o no ser, de atacar o sólo amenazar. Sus dudas se profundizan al mismo tiempo que Rusia provoca a esta fuerza militar de occidente y les acerca el fuego a 25 kilómetros de su zona de influencia. Lo hace, estratégicamente, en la frontera con Polonia, un país que se ha dejado querer por el occidentalismo europeo, pero que antaño fue aliado de la Unión Soviética. Sería el punto exacto para incendiar al mundo con una tercera guerra, si es que la esquizofrenia de Vladimir Putin decide invadirle, un día de malhumor.
Al mismo tiempo, la Unión Europea se juega su fuerza como bloque de cohesión y desarrollo. Con Ucrania de por medio, ahora se debate ante el paradigma de abrirle las puertas o dejarlo ir hacia el manto voraz de la Rusia de Vladimir Putin.
Paralelamente, en México también las instituciones se debaten su permanencia en un juego de póker. Están bajo amenaza varias de ellas, el INE es la principal. Muchos, incluido el presidente, aplauden la idea de cambiarla sustancialmente o incluso eliminarla. Por otro lado, una serie de órganos autónomos ya pasaron a la historia por considerarse, sin pruebas, parte de la corrupción del pasado.
Todo este ajuste institucional tiene como objetivo la concentración del poder. Es decir, el fortalecimiento del presidencialismo, del individuo en la toma de decisiones y en la ideologización del Estado.
Otra manera de hacerlo es a partir de manipular los poderes del Estado con ‘prominentes’ siervos de la nación, leales al gobernante y colocados estratégicamente en el Congreso de la Unión, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en diversas instituciones financieras. ‘Yo soy el Estado’, se convence el líder, y confunde que el gran y legítimo poder que le otorgó el pueblo mexicano no es para asumirse como el ‘yo’ de todas las cosas.
El estadista establece un gobierno de equilibrios, se deja asesorar por expertos, rectifica, piensa en modelos y estrategias… sobre todo en el fortalecimiento de las instituciones para consolidar la democracia. Eso no está sucediendo en México; al contrario, en lugar de mejorar instituciones, las ofusca.
Hay dos recientes ejemplos que muestran la clara injerencia del ‘yo’ presidencial en todas las esferas del poder. Una fue la carta que redactó, desde sus instintos, a los eurodiputados. Él la califica como una respuesta política y no diplomática. Contrario a esto, el estadista responde con los más finos argumentos y así convencer a la opinión pública nacional e internacional de quién tiene la razón. Pero los hechos cuentan, siempre más, que la ideología.
El otro ejemplo contundente que evidencia la debilidad de las instituciones, es lo que sucede en la SCJN por el caso Alejandra Cuevas y el fiscal Alejandro Gertz Manero. Ha puesto al descubierto la nula independencia entre la FGR y la SCJN. Todo lo contrario, se ha demostrado la colusión de intereses entre hombres de ambos poderes, quienes han creado redes de impunidad, mientras disfrutan de la protección del presidente Andrés Manuel López Obrador.