Aeropuerto y prioridades nacionales

Por Rubén Martín

“Los recursos que el Gobierno de la Cuarta Transformación invirtió en ese aeropuerto y en otros megaproyectos serían más necesarios para atender otras prioridades, como fortalecer el Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, en un país que ya roza los 100 mil desaparecidos”.

No recuerdo que la inauguración de una obra pública haya generado un debate tan extendido y tan polarizado como ocurrió el 21 de marzo tras declararse abierto al público el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, ubicado entre los municipios de Zumpango y Tecámac, en el Estado de México.

Los temas del debate ya se conocen: que si la obra estaría a tiempo o no, que si es una obra espectacular o una simple central avionera, que se si llevaron acarreados o asistió un pueblo orgulloso de su obra, que si se vendieron tlayudas (o doraditas según los puristas) y que si es una obra digna de una economía del tamaño como la de México.

Como casi todos los asuntos de interés general, la construcción e inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles está cruzada y atravesada por la polarización del debate público dividido entre quienes respaldan el Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador o quienes lo cuestionan y lo detestan.

En este debate polarizado no se escuchan evidencias ni argumentos, se escuchan consignas y cantaletas. No es un diálogo o debate que tenga como propósito convencer con argumentos; es un cruce de consignas que jamás logra mover al otro de su postura previamente definida.

Quedará para los estudiosos del sistema político y la opinión pública mexicana averiguar si alguna otra obra pública ha suscitado una polémica de esta envergadura. Para muchos de los críticos del Presidente, López Obrador se volvió a salir con la suya al marcar los términos del debate y poner a todos a hablar del tema que elige. Y así fue, pues hasta los adversarios más apasionados de la Cuarta Transformación se pusieron a bailar el son que les tocaron desde el nuevo aeropuerto.

Entre ellos, muchos opinadores que viven en un México de privilegios y que aún añoran la obra del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM), que se pretendía construir en Texcoco, sin importar la enorme devastación que había causado. A estos sectores privilegiados, no les importaba el despojo y devastación ambiental que causó la construcción del NAICM con la destrucción de cerros y tierras campesinas para llevar los materiales con los que tapar el lago de Texcoco. Con tal de tener un aeropuerto “moderno y vanguardista” como al que aspiran, no les generaba preocupación el extremo daño ambiental que estaba provocando y que provocaría en las próximas décadas dicho megaproyecto.

Estos sectores privilegiados añoran el NAICM por su diseño arquitectónico y por el símbolo de modernidad y supuesto primermundismo que dicha obra daría al país. Desde este grupo de mexicanos privilegiados salieron los insultos más clasistas y racistas a quienes apoyaron el aeropuerto de Santa Lucía. Es un sector privilegiado que destiló desprecio racista en contra de quienes consideran mexicanos de segunda que no usan los servicios aeroportuarios.

Pero más allá de este debate polarizado, es pertinente preguntarse si construir un nuevo aeropuerto en la capital del país o el Valle de México, es realmente una prioridad nacional en un país lacerado por la guerra informal, las masacres, desapariciones masivas y la crisis de identificación forense que existe en el país.

Me pregunto si el dinero de la sociedad que se invirtió en este megaproyecto de movilidad era más importante que detener los feminicidios y todas las variantes de violencia machista. ¿Es más importante un nuevo aeropuerto que dedicar recursos a renovar y fortalecer los sistemas públicos de salud y de educación?

Mi respuesta es que no. Según una encuesta de Parametría de 2017, apenas 30 por ciento de los mexicanos ha viajado en avión (https://bit.ly/37Wxlsh). Viajar en avión y por lo tanto utilizar aeropuertos es un privilegio de apenas uno de cada tres mexicanos.

Los 75 mil millones de pesos que costó construir el aeropuerto Felipe Ángeles habrían servido para crear centros de identificación forense en los 32 estados, en un país que tiene 52 mil cuerpos por identificar. Con la exigua inversión que existe en este Gobierno para los centros regionales de identificación forense, pasarán décadas antes de que se puede entregar a cada familia el cuerpo de su hijo que yace en las morgues del país. Los recursos que el Gobierno de la Cuarta Transformación invirtió en ese aeropuerto y en otros megaproyectos serían más necesarios para atender otras prioridades, como fortalecer el Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, en un país que ya roza los 100 mil desaparecidos.

La apuesta por los grandes megaproyectos de infraestructura están marcando y terminarán definiendo al Gobierno de la Cuarta Transformación. A la mitad de su sexenio, han quedado completamente claras las prioridades del Gobierno de López Obrador: centrarse en terminar las principales obras de infraestructura como el aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, y avanzar lo más posible en el corredor Transístmico para presentarse como un Gobierno que cumple con la construcción de los megaproyectos prometidos, incluso en el tiempo y en los costos prometidos. Y eso se venderá como una etapa de transformación del país, la Cuarta Transformación.

No está de más recordar que todos estos megaproyectos han sido cuestionado por la mayoría de pueblos y comunidades de estos territorios por los procesos de despojo de recursos y bienes comunes y por la enorme devastación ambiental que están dejando a su paso. Y por las implicaciones de reordenamiento del territorio y las poblaciones que suponen la articulación territorial, espacial, poblacional y económica de estos megaproyectos.

Pero con el empeño en apostar por estos megaproyectos emblemáticos, se revelan que las prioridades del actual Gobierno siguen siendo, como en los gobiernos del PRI y del PAN, las infraestructuras que favorecen las dinámicas de acumulación de capital en lugar de invertir y destinar recursos a los asuntos prioritarios de la nación. Y en el camino, quedará lejos de cumplir con las principales promesas de campaña: primero los pobres y los pueblos originarios, terminar las desigualdades, separar el poder político del poder económico y traer la paz el país desterrando las desapariciones, las masacres y las fosas clandestinas que hoy por hoy son distintivo nacional, no un aeropuerto o un tren turístico.

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