Masculinidad y emociones
Por Alejandro De la Garza
El sino del escorpión ha sido también deconstruir los limitados conceptos de la masculinidad hegemónica, siempre dominante en el contexto de las relaciones tradicionales binarias de género: hombres-mujeres, masculinidad-femineidad y, notoriamente, racionalidad-emocionalidad. A partir de este cuestionamiento, el alacrán ha intentado acceder al concepto más amplio y plural de las nuevas masculinidades y sus complejas emociones.
Pero cómo no se pueden ubicar las masculinidades en un contexto abstracto, el alacrán prefiere colocarlas en tras ámbitos vitales específicos de la realidad concreta de los hombres contemporáneos: en el trabajo (las relaciones de producción), en su entorno social (las relaciones de poder o políticas, incluidas las amorosas), en la carga implícita de la investidura “hombre” (relaciones de representación simbólica).
Si el aserto de Simone de Beauvoir: “no se nace mujer, se llega a serlo”, revela al género no como una construcción biológica, sino social y cultural, determinante del comportamiento dentro de la sociedad, entonces el hombre tampoco nace hombre, llega a serlo a partir de la familia, la educación, las relaciones sociales, el trabajo, la religión, la cultura. Para la antropóloga y feminista Rita Segato, una de las teóricas de género más importantes e influyentes, los hombres somos educados con base en la concepción milenaria del patriarcado hegemónico y un acuerdo al interior del género denominado “mandato de masculinidad”, suerte de pedagogía de la crueldad en relación directa con el ejercicio del poder, la guerra, la subordinación femenina e incluso el hecho de matar (el ejército legitima, por ejemplo, este último acto).
La investigadora argentina es radical: para ella, la única manera de reorientar la historia hacia el bien común es mediante el desmantelamiento del “mandato de masculinidad”. Sin él, se acabarían las guerras, insiste, porque no habría a quién reclutar. El reclutamiento de hombres se da porque están hechos o formados al calor del mandato de masculinidad; sin él, no hay a quién llamar a filas. El escorpión destaca aquí la palabra “guerra” en los términos de Segato, pues se refiere tanto a las guerras de ejércitos, policías, fuerzas armadas y de seguridad, como a las guerras de las maras, pandillas, bandas del crimen organizado, cárteles y mafias, las cuales ejercen el “control paraestatal y paralegal de la vida” en los sectores más vulnerables y desprotegidos de la población.
Pero el alacrán quiere salir de este embrollo y volver al terreno de las emociones masculinas, para entenderlas también como constructos sociales. El conocido cliché (misógino, además) ve la expresión de la emocionalidad como algo propio de las mujeres; no obstante, y como es obvio, las emociones tienen una influencia determinante también en la vida de los hombres, aun contra la didáctica de la inexpresividad de los sentimientos o la internalización emocional impuesta al género por la escuela, la cultura machista y la sociedad patriarcal (aprendizaje simplistamente reducido a “los hombres no lloran”).
Los hombres supuestamente sobreponemos la racionalidad a la emoción y hemos vuelto casi contrapuestos estos dos conceptos, aun sabiendo cómo las emociones se racionalizan y las razones están cargadas de emociones. El rol tradicional de los hombres es el de trabajar y proveer, se espera de ellos el cumplimiento de estos dos mandatos relacionados con el desempeño y la familia. ¿Cuáles son las emociones de un muchacho rechazado, pobre y delincuente, y cómo moldean su vida? ¿Y las de un joven con estudios superiores y muchos deseos de trabajar, pero inevitablemente desempleado y de incierto futuro? ¿Cuáles emociones abruman a un hombre ante la paternidad y cómo las expresa? ¿Qué siente un hombre ante la vejez y el rechazo laboral implícito?
El médico y antropólogo de la Universidad de Guadalajara, Juan Carlos Ramírez Rodríguez, al frente de un amplio equipo de trabajo, se ha abocado a indagar en la complejidad de estas emociones masculinas y nos ofrece sorprendentes aportes e información muy vigente en sus libros Hombres, masculinidades, emociones (UdeG, 2021) y Mandatos de la masculinidad y emociones: hombres (des)empleados (Conacyt-UdeG, 2020).
El doctor Ramírez Rodríguez ha indagado, en particular, en la situación de hombres privados de su libertad, desempleados y en paternidad. “Las emociones impactan las distintas maneras de asumirse como hombre, como sujeto masculino. Cuando la expectativa no se cumple o no se cumple a cabalidad, cuando se ponen en cuestionamiento por los propios hombres o por terceras personas, las emociones juegan un papel central”, nos dice el también experto en salud.
Toda su vida y en casi en cualquier ámbito de trabajo o espacio creativo, el escorpión ha visto a cientos de hombres jugar a la invulnerabilidad y la fortaleza, a la conquista y el dominio, al éxito y el prestigio; pero sólo ha visto a uno o dos aceptarse vulnerables, emocionales y, alguna vez, solos y derrotados. No hay victoria en esta aventura, sólo hay lucha y vida (emociones), insiste el venenoso, quien remite al lector a un poema de José Joaquín Blanco: “Se trata de perder; que triunfen los codiciosos / y los demagogos, con sus trofeos de hojalata. / No existe qué ganar en estos muelles… / sino el combate que se libra y el día que se apaga”.