Estamos en guerra, y hay que ganarla
MIAMI, Florida.- Tiene razón Vladimir Putin al afirmar que las sanciones económicas impuestas por Occidente son una declaratoria de guerra económica. Sí, estamos en guerra y Rusia va perdiendo.
Estados Unidos y sus aliados se han puesto como objetivo estratégico destruir la economía rusa. Es la manera menos costosa de acabar con la invasión militar a Ucrania e impedir el avance totalitario hacia otras naciones de Europa.
La otra alternativa es la nuclear.
¿Neutralidad? Abstenerse de castigar a la economía rusa, así sea de manera simbólica, es abonar a la otra faceta de la guerra, que es la atómica.
La métrica de triunfo o victoria en esta tercera guerra mundial no es la aniquilación física del adversario, sino la destrucción económica de largo plazo, que le impida reconstituir con celeridad sus capacidades bélicas.
El primer gran golpe de los aliados fue desarmar al Kremlin para defender su moneda, al quitarle a Rusia el acceso a sus reservas en divisas.
Así, el tipo de cambio del rublo con respecto al dólar perdió la mitad del valor que tenía antes del inicio de las sanciones por invadir militarmente a su vecino con pretextos que no justifican nada.
El analista Sebastian Mallaby (The Washington Post) apuntó que la inflación en Rusia se ha disparado a dos por ciento a la semana, lo que llevaría a ese país a una inflación ‘catastrófica’ de 175 por ciento anual.
Por ahora Putin puede sostener, con retórica nacionalista y censura a la prensa, el ánimo de la población de su país.
Incluso ha aumentado su popularidad gracias al recurso de culpar a otros del daño causado por su error estratégico de invadir a Ucrania.
¿Cuánto tiempo va a aceptar la ciudadanía rusa, y los altos mandos militares, que se pague un costo demoledor en la economía nacional y personal por el capricho demencial de Vladimir Putin de tomar Ucrania?
¿Un año, dos?
Dependerá de que muchos países cierren filas para hacerle ver a Rusia, por la vía del boicot económico, que su atropello homicida a otra nación cuenta con el desprecio activo del mundo democrático.
Ésa es la guerra. Estamos en guerra.
Y como tal, todos vamos a sufrir a causa de ella, de una manera u otra.
Páguenme en rublos, truena Putin.
Alemania responde con racionamiento de gasolina.
El crecimiento económico del mundo será menor a lo esperado. Habrá desabasto y afectará a las cadenas de suministro.
Sí, obviamente sí, porque estamos en guerra.
¿Nadie quiere pagar ese precio? ¿Seamos neutrales? Estas opciones abren la puerta de Europa al avance militar ruso bajo la dictadura de Vladimir Putin. O la guerra entra en la faceta atómica.
Quinientas grandes empresas del mundo han salido de Rusia. No es juego. Para volver, tendrá que salir Putin.
Esas empresas han tenido el decoro de salir de Rusia aun a costa de sus ganancias económicas. Shell dejará de ingresar a sus arcas miles de millones de dólares.
No están dispuestas a financiar, con sus impuestos, los crímenes de guerra del Ejército de Putin.
Ya no sólo se van de Rusia sus intelectuales, periodistas y bailarines, sino, de manera también inesperada por el Kremlin, un sector que hará más hondo el daño a su desarrollo.
Así lo informa Diana Milbank:
“Lo que estamos viendo en este momento no es principalmente una salida de activistas o miembros de la oposición. Muchos de ellos ya se han ido. Ahora, los que se van provienen del sector tecnológico, el área que ofrecía la mayor esperanza para el desarrollo económico de Rusia”.
Cita al Financial Times para informar sobre un inversor tecnológico ruso, con sede en Letonia, que alquiló un avión hace unos días para ayudar a empresarios rusos a irse a Armenia: llenó los 160 asientos del avión en 24 horas.
Un reciente análisis de la consultoría Deloitte indica que con “una moneda más débil, al aumentar los precios de los bienes importados, disminuirá el poder adquisitivo real de los consumidores rusos. Eso, a su vez, probablemente conducirá a una fuerte caída en el PIB real”.
Añade que “si la guerra y/o la ocupación de Ucrania continúa durante un periodo prolongado, el costo directo para el gobierno ruso podría ser sustancial. Dado que el mercado secundario de deuda del gobierno ruso ha sido sancionado, los costos de endeudamiento de Rusia han aumentado considerablemente”.
Aunque destroce todos los edificios de Ucrania, el gobierno ruso se verá obligado a mantener un Ejército de ocupación, y no tendrá fuerza económica para hacerlo.
Mientras, China ve con atención lo complejo que es salir avante de una guerra económica.
La opción nuclear no es opción para China: destruir a sus principales mercados atenta contra su propio interés.
Y Xi Jinping, ambicioso y ególatra como Putin, no está loco.