Neutralidad vergonzante
Por Gustavo de Hoyos Walther
“Nadie puede soslayar el hecho de que, en las redes sociales, sean simpatizantes de López Obrador quienes defienden también y con gran ahínco, la posición rusa de agresión a un país soberano”.
La tradición diplomática de México, si uno lo piensa bien, ha sido en favor de las causas de emancipación de sociedades frente a intentos de sojuzgarlas, ya sea a manos de agresores externos o internos. Un caso paradigmático – al que por cierto se refirió el líder ucraniano, Volodímir Zelenski, recientemente- fue el de la Guerra Civil española. En esa ocasión, México de ninguna manera fue neutral, como no lo fue después, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando nuestro país se unió en el esfuerzo de guerra a los Aliados contra las fuerzas del Eje.
Durante la Guerra Civil española, el Presidente Lázaro Cárdenas incluso estuvo de acuerdo en enviar armas en favor de la causa Republicana y Franco era visto como un enemigo común.
Durante la Segunda Guerra Mundial, México participó de diversas maneras y quizás una de las más conocidas haya sido el envío del Escuadrón 201 al frente del Pacífico.
Esto es importante tomarlo en cuenta, pues el Gobierno obradorista, sobre todo en boca del Presidente, ha dicho que la posición mexicana respecto a la agresión del gobierno de Vladimir Putin a Ucrania es de neutralidad.
Aunque la posición mexicana en la ONU parece ser de condena a la invasión, no hay que olvidar que el representante de México ante ese organismo señaló, ante una pregunta concreta, que la posición de México era, efectivamente, de neutralidad. Esa posición va en contra de la tradición diplomática de México de apoyar a la víctima y de denunciar a los agresores.
Pero incluso la errónea posición de neutralidad de México podría esconder algo más avieso. La creación de un Grupo de Amistad México-Rusia por parte de un contingente de diputados oficialistas, es un claro signo de que en ese agrupamiento político hay personajes prominentes que tienen simpatía por el régimen autocrático de Putin y por la guerra que desató contra Ucrania.
Nadie puede soslayar el hecho de que, en las redes sociales, sean simpatizantes de López Obrador quienes defienden también y con gran ahínco, la posición rusa de agresión a un país soberano.
Recientemente el Presidente López Obrador reveló que él había dado instrucciones para que México se abstuviera en una votación para expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, al que, por cierto, confundió con el Consejo de Seguridad del organismo.
El argumento que utilizó el Gobierno mexicano en voz del Embajador Juan Ramón de la Fuente, fue que resultaba mejor mantener a Rusia dentro del sistema de Naciones Unidas, en razón de que negociaciones futuras con el Gobierno de Putin se facilitarían. Pero la argumentación no parece sólida. Hay razones por las que el propio Consejo de Derechos Humanos tiene un procedimiento para expulsar a miembros. ¿Y cuál podría ser una razón mayor para hacer esto que en el caso de un Gobierno que agrede a otro, lo invade sin razón y luego comete atrocidades que muchos consideran deberían terminar en la Corte Penal Internacional?
O, para decirlo de otra forma, si no es el Gobierno de Putin el que debiera ser expulsado del organismo, entonces nadie lo es.
Hace unos días, a petición del Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, el Presidente López Obrador dirigió un mensaje en video en el que llama a la paz y anuncia que el Gobierno mexicano enviará ayuda humanitaria a Ucrania. Aunque el Presidente se refiere a la invasión de Rusia, el tono no es de condena al agresor y habla de guerra en abstracto. Esta ambigüedad en el tono del Presidente mexicano no ha pasado desapercibido por la Embajadora de Ucrania en México, quien, en varias ocasiones, ha llamado al Gobierno a tener una posición más clara en favor de Ucrania haciendo explícita la condena a la acción militar.
Hay momentos en la historia que llaman a ponerse con firmeza del lado correcto. Que ponen a prueba a los gobernantes y que demandan definiciones claras. Así fue en el caso de la Guerra Civil Española o de la Segunda Guerra Mundial, dos conflagraciones que no admitían, éticamente, la neutralidad. Así lo es ahora, con la agresión rusa a Ucrania.
Una vez más el Gobierno obradorista ha dejado que le viene bien ubicarse del lado de las autocracias y las dictaduras, apartándose de las causas que abrazan las democracias liberales del mundo. Al no condenar de forma inequívoca la acción militar rusa, la diplomacia mexicana se define por una neutralidad vergonzante.