(In)seguridad alimentaria
Así como el dinamismo industrial de México depende de las exportaciones de una pequeña minoría de empresas, que no forman sinergia con 99 por ciento de las Mipymes, el sector agropecuario es una potencia exportadora de frutas y hortalizas, y de algunos productos agroindustriales, pero tampoco integra actividades ni beneficios con los campesinos en pequeño.
México, hay que decirlo, es el décimo productor agroalimentario en el mundo y el valor de las exportaciones de frutas y hortalizas lo colocan como el séptimo exportador del planeta, logro que es de sólo el 9 por ciento de unidades agropecuarias pujantes y dinámicas. También los productos agroindustriales, como la cerveza y el tequila, se venden mucho afuera. ¡Salud!
Tener sectores de punta en la competencia por los mercados del mundo que no forman cadenas de valor internas es una característica principal del subdesarrollo y causa, también principal, de la marginación y pobreza de millones de compatriotas.
La lógica de los mercados se opone a semejantes sinergias, por lo que corresponde a la política económica promoverlas; en eso consiste, en buena parte, el éxito que tuvieron los ‘tigres asiáticos’ a partir de los años cincuenta del siglo pasado.
De vuelta a la situación agrícola del país, establecido el éxito exportador en frutas, hortalizas y agroindustrias, no hay que perder de vista que este año se tendrá que importar 46 por ciento del consumo nacional de granos y oleaginosas, volúmen sin precedentes que, junto con los precios, van en rapído aumento desde el año pasado y siguen al alza.
Entre enero y julio de este 2021 se tuvieron que pagar 4 mil 317 millones de dólares, la factura más alta desde que hay registro para un periodo similar; cifras del Banco de México indican que el costo de las compras foráneas de frijol, maíz, trigo, café y arroz se disparó 54 por ciento durante los primeros siete meses de este 2021.
Aumentó el precio y bajó el volúmen producido. Juan Carlos Anaya, director del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, explicó que la mayor importación de granos básicos para la alimentación mexicana es consecuencia de las fuertes sequías que obligaron a reducir la superficie de siembra.
La dependencia del país en alimentos básicos (la FAO recomienda que las importaciones no superen 25 por ciento del consumo) no es nada nuevo; lo peculiar de la actualidad son dos cosas: que las mayores consecuencias del calentamiento global ya tienen repercuciones en la agricultura, imprevisibles a futuro con un solo elemento de certeza: serán cada vez más catastróficas en detrimento de la disponibilidad de alimentos en el país y en muchos otros.