2022 y el futuro de la década pandémica.

La esperanza -como la concebíamos- se extingue cada vez más del horizonte del futuro.

La ciencia-ficción hoy encarna la realidad y las reglas con las que antes se edificaba la productividad, el progreso y el desarrollo humano, han sido erosionadas por la planeación especulativa y la modificación de la forma de consumir basada en el impulso a nuevas necesidades inmediatas: la subsistencia a un virus invisible que nos regala desde su abecedario, una nueva complejidad haciendo que lo que comienza a finalizar no termine de morir.

Hace un año, publiqué ese este espacio algunas tendencias que conjunté bajo el título de “década pandémica”. En esta edición quiero brevemente dedicar la apertura del 2022, a lo que pienso sucederá con la tecnología, el ahorro-deuda de naciones como individuos, así como el consumo y el trabajo en el mundo.

Estamos viviendo una época donde todo lo que parecía -para bien y para mal- impensable está ocurriendo. Por ello, es época no de reconstrucción sino de reinvención de sociedades y de personas. La sofisticación de la represión y la violencia ya no pasa necesariamente por lo físico, sino por lo emocional.

Hoy quien o lo que controla tus estados de ánimo, te gobierna y dirige.

El futuro del trabajo.

Pasaremos del subempleo crónico a la automatización sistemática. La medición de una meta no funciona ya por horas-trabajo sino por objetivos cumplidos en rentabilidad de tiempo y espacio.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) mientras que en 1970 el sector industrial empleaba mil robots, hoy en día se utilizan más de mil seiscientos millones.

El pronostico de hoy de la misma organización, establece que más de ciento cuarenta millones de trabajos cognitivos en todo el mundo serán eliminados en los próximos 5 años.

Como lo señalé en mi libro “La era microglobal 2.0″ la muerte del reloj checador se sustituye por el escritorio, aplicaciones y una revolución digital. Los movimientos incluyentes más importantes socialmente hablando estarán en la alfabetización digital.

Vamos a observar una reconversión cada vez más importante de ensambladores de piezas a desarrolladores de software en mercados emergentes, y el traslado cada vez más de la industria básica, a países africanos y del Sudeste asiático como Vietnam y Cambodia.

Los gobiernos comenzarán a crear visas de trabajo digitales ante la ola masiva de contrataciones de colaboradores globales, para empezar a cobrar impuestos laborales por donde se agrega el valor y no solamente donde se origina el trabajo.

El ahorro-deuda.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que a nivel mundial se han gastado unos 12 billones de dólares en “amortiguar el golpe” de la Covid-19 lo que ha disminuido el cobro de impuestos en todo el mundo, causando que la deuda pública mundial alcance su máximo histórico y por primera vez sea cercano al 100 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) internacional. Hoy todo lo que el mundo está produciendo ya lo debe.

La gran pregunta es ¿cómo el endeudamiento público dedicado en gran parte a la salud, a estímulos fiscales de consumo en el mundo, van a potenciar la productividad natural de las sociedades para volver a crecer económicamente y potenciar el desarrollo?

El mundo se dirige a un aumento considerable de desahorro basado en consumo de necesidades vitales y básicas. La mejor inversión que los gobiernos deberían de hacer para volver a estimular la productividad está en nuevas habilidades digitales, técnicas, agroindustriales aunado a decididamente a provocar una revolución agroindustrial para crear nuevas agrocentralidades lo cual modificaría positivamente de manera radical la economía mundial.

No es posible seguir tirando comida como método para inflar los precios y provocar ganancias de especuladores.

China considerando los nuevos índices económicos que posee, -en mi opinión- tomará con mucha más fuerza el liderazgo de la economía mundial a partir de este año, creando este tipo de proyectos.

El futuro de la tecnología: keynesianismo digital e inteligencia artificial agrícola.

Antes la base ideológica central de la ética del trabajo es que la remuneración debía estar ligada al esfuerzo físico, pero el problema de hoy, es que ese esfuerzo es cada vez menos proporcional a un grado de cambio en la vida de millones de trabajadores. El trabajo se volvió en una mera herramienta para pagar cuentas y ya no un método de superación individual y agregar valor al desarrollo.

El liderazgo de China y Estados Unidos en una nueva economía del conocimiento, nos llevará a una ola de cada vez más proyectos de inversión colectiva para impulsar un desarrollo tecnológico incluyente. Necesitamos crear mineros y expertos en blockchain; el rezago de las mayorías termina siendo uno de los impuestos más caros para el desarrollo social.

2022, es otro año más de la década pandémica, pero en lo personal, creo que es el año de dejar de rechazar la realidad que estamos viviendo y aproximarnos a un proceso de renovación como oportunidad inédita a nivel mundial.

No es posible seguir construyendo un futuro donde la miseria tenga más posibilidades que el desarrollo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *