Aristegui
Por María Rivera
“Lamentablemente, y a pesar de la historia que someramente he referido aquí, hoy Carmen Aristegui es víctima de los ataques de López Obrador y de sus seguidores, tal como han sido atacados desde hace tres años intelectuales y periodistas ‘de derecha’, por sus posturas críticas ante el Gobierno”.
Hace muchos años comencé a escucharla y a seguirla. Al principio, me parecía una periodista demasiado neutra. Cuando entró a MVS definitivamente ya la escuchaba diariamente. Carmen Aristegui hacía y decía lo que casi nadie se atrevía a hacer en los medios de comunicación, donde la prensa solía someterse a los intereses gubernamentales, gozaba de sobrados estipendios. Su crítica constante hacia el poder y los funcionarios en los sexenios de Felipe Calderón y Peña Nieto, su independencia y su pluralidad se volvieron indispensables para una audiencia sedienta de un periodismo que no estuviera sujeto a la narrativa gubernamental, y al mismo tiempo, le granjearon un gran prestigio.
Su espacio en CNN por las noches complementaba el trabajo que por las mañanas realizaba. No exagero si digo que Aristegui se convirtió en una presencia familiar, como se volvió tema de referencia en las conversaciones con mi padre, que solía siempre estar al tanto de las noticias, escuchándola. Junto con Proceso, La Jornada, y portales independientes recién nacidos como SinEmbargo, donde ahora escribo, estaba Carmen Aristegui haciendo el periodismo que la propaganda gubernamental lograba callar en otros medios.
En los peores años de la violencia, Aristegui abrió su espacio para la voz de las víctimas, los defensores de derechos humanos, e incluso para los periodistas amenazados, al tiempo que con valentía cubría los horrores que estaban sucediendo en el país.
Varias de sus investigaciones especiales marcaron la vida pública nacional, como el del entonces dirigente del PRI de la Ciudad de México, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre que prostituía mujeres o el de las tarjetas Monex en la elección Presidencial de Peña Nieto. Ni qué decir del reportaje de la Casa Blanca. Si alguien en México ha destapado grandes escándalos de corrupción ha sido ella, valientemente.
Como todos sabemos, su libertad de crítica dejó de ser tolerada en 2012 cuando llegó el manotazo que la sacó del aire. Recuerdo ese hecho nítidamente, porque varias personas llegamos a protestar afuera de las instalaciones. Era una afrenta a toda su audiencia y a la vida democrática de México.
Afortunadamente, Carmen Aristegui no cedió a la censura y pudo rehacerse desde Internet, para continuar con su labor informativa. Tras un periodo de espera que parecía una eternidad, lanzó finalmente su portal Aristegui Noticias, con su programa al aire, recuperando su presencia pública. En 2018 regresó al medio radiofónico con una alianza entre su portal y Grupo Radio Centro, como todos sabemos. Hizo bien en no volver a ponerse en manos de intereses que no pocas veces están al servicio del poder y mantener su independencia, para garantizar su continuidad.
Motivos para celebrar estos 10 años le sobran: resistió la embestida del poder censor, el largo acoso judicial, y logró crear y mantener su espacio que es referencia del periodismo nacional e internacional.
Con la llegada del Gobierno de López Obrador, un Presidente proveniente de la izquierda, apoyado por un movimiento social vigoroso, el periodismo de Aristegui ha enfrentado retos imprevistos, desde mi punto de vista. Al principio del sexenio, tuve la impresión de que había dejado de cubrir críticamente la gestión presidencial que tan naturalmente había cubierto los sexenios anteriores. Eché de menos la cobertura puntillosa que pudo haber hecho de la creación de la Guardia Nacional, y el cambio en la CNDH, por ejemplo. O su crítica temprana de la manera en que el Presidente usaba su tribuna para desacreditar periodistas, escritores o defensores de derechos humanos. Su intención de “equilibrar” sus mesas de análisis, cuando sus comentaristas habituales se convirtieron en críticos feroces del lopezobradorismo, evidenció las presiones a las que los medios están sometidos en medio de la narrativa presidencial de polarización, y en la cual han sido los protagonistas habituales. No, no es fácil hacer un periodismo crítico en este contexto, sin que sea leído como una traición, o como una operación política de grupos opositores.
Lamentablemente, y a pesar de la historia que someramente he referido aquí, hoy Carmen Aristegui es víctima de los ataques de López Obrador y de sus seguidores, tal como han sido atacados desde hace tres años intelectuales y periodistas “de derecha”, por sus posturas críticas ante el Gobierno.
Parece una broma macabra y si alguien nos hubiera contado en 2018 que López Obrador atacaría Aristegui, no lo hubiésemos creído.
Los ataques son, por supuesto, completamente injustos, vergonzosos e indignos y están fuera de lugar. Ni Carmen Aristegui ni ningún otro periodista, intelectual o defensor de derechos humanos debía ser víctima del abuso de poder del Presidente, de cualquier orientación política.
Felicito pues la independencia, la valentía de Carmen Aristegui, hoy como ayer, y le agradezco todo estos años, en los que su voz ha acompañado a las nuestras, ha sido motivo de esperanza y un bastión de resistencia frente a los abusos del poder autoritario, de cualquiera.