Mundo raro
Por Sandra Lorenzano
Está claro que una cosa es querer encerrarse en casa sabiendo que en cualquier momento podemos salir, y otra es la obligación de estar encerrada.
Les diré que llegué de un mundo raro
Que no sé del dolor, que triunfé en el amor
Y que nunca he llorado.
Abrazos que van y vienen. Sonrisas que se adivinan bajo los cubrebocas. O directamente ya sin ellos. Todos hablamos de la pandemia, de qué nos ha pasado durante estos dos años. De cómo nos hemos sentido. De la alegría inmensa que nos da volver a estar así, en el mundo, entre la gente. Formo parte de esa escena, de manera cada vez más frecuente desde hace algunas semanas. Aún con precauciones, muchas, pero con entusiasmo. Sin embargo tengo que confesarles que siempre hay un instante que marca el quiebre, y entonces se me van el entusiasmo, la alegría, las sonrisas y quiero correr a encerrarme en mi casa. Y ya no sé cuál es el “mundo raro”, ¿el de la pandemia y la soledad, o el de la “normalidad”? Para mí este regreso al mundo está acompañado de un deseo brutal de huir, de salir corriendo, de abrazar un ratito y luego volver a mi guarida. Parece que no soy la única a la que le pasa esto, y tampoco es que ese deseo haya nacido con el confinamiento.
Desaparecer de sí. Una tentación contemporánea, se llama el libro que publicó en 2015 el pensador francés David Le Breton, donde explica “por qué tanta gente siente esa ‘necesidad de ausencia’, opuesta al estilo de vida occidental en donde se intenta controlar todo; un mundo marcado por las obligaciones, las exigencias, los compromisos, las apariencias, el estrés, y por la búsqueda frenética de sensaciones. Es ahí donde aparece el deseo de desconectar, de hacerse invisible, de ausentarse”. ¿Les suena familiar? ¿Son ustedes como yo de los que quieren entrar y salir del mundo? ¿De los que quieren celebrar la vida en compañía y luego volver al encierro o perderse en los bosques como Thoreau? ¿De los que sienten ‘necesidad de ausencia’?
Está claro que una cosa es querer encerrarse en casa sabiendo que en cualquier momento podemos salir, y otra es la obligación de estar encerrada. Y fui privilegiada, lo sé. Tuve la soledad, la tranquilidad y la paz que millones de mujeres en el mundo no pudieron tener. Sobreviví, que no es poco.
Si tuviera que elegir algunas imágenes de los largos meses de confinamiento estarían las fotos de mi jacaranda, esa que se asoma generosa al balconcito de casa y que me acompañó fielmente, libros, la agotadora pantalla y en ella, cada tanto, los rostros amados, tan lejanos como siempre, y a la vez tan amorosamente cercanos. ¿Qué imágenes elegirían ustedes?
Lorena Wolffer, la querida artista y activista feminista, que imagina siempre proyectos colectivos que nos permitan escuchar y saber de las demás, creó en 2021 “Diarias Global”, convocando a subir imágenes o algún texto breve para tejer entre todas un espacio de confesiones, de intimidades compartidas, de comunidad.
“Expresar lo aburrido que es estar encerrado solo haciendo tarea y tomando clases. No poder salir es desesperante.”
“Esta pandemia ha traído algo de malestar a mi vida, me siento realmente desesperada pero feliz a lado de la gente que amo.”
“…a diferencia de otros no se me hace tan complicado sobrellevar esta situación, creo que me he podido adaptar muy bien a esta nueva forma de estudio y en general de vida.”
“Y en la ultima foto es la ansiedad, el desorden de ideas, que no solo yo siento que sienten muchas niñas, niños, mujeres, y hombres hoy en día, es una desesperación realmente.”
“En esta emergencia sanitaria, han cambiado muchas cosas, pero algo que sigue igual es el cielo. Saliendo de esto será el mismo manto que nos cubrirá. Cuídense todos, saldremos de esto pronto.”
Estas son frases que la gente -la gente común, como ustedes y como yo- subió con alguna foto a la página del proyecto. Fueron casi quinientas mujeres de diferentes partes del mundo y de diversas edades las que tuvieron ganas de compartir los miedos, los enojos, las reflexiones, los rituales, los placeres, que marcaron sus vidas durante la pandemia, a partir del hashtag #JuntasSeamosVisibles. Y aún podemos hacerlo también nosotras en https://diariasglobal.com/inicio
En las fotos aparecen rostros con y sin cubrebocas, árboles, mascotas, cocinas, cuadernos, dibujos, fragmentos de cuerpos, ventanas y, por supuesto, pantallas. Eso que vimos durante los larguísimos meses del confinamiento, todo aquello que fue nuestro paisaje cotidiano. Ya se ha dicho hasta el hartazgo que en este par de años se desdibujó la frontera entre el adentro y el afuera, entre lo público y lo privado, que las miradas ajenas entraron a nuestra casa, conocieron nuestra intimidad -los ruidos, los silencios, los llantos de niños, los ladridos, los personajes furtivos o no tanto que se dejaban ver casi sin querer cuando nos tocaba hablar, o la ausencia de personajes-, compartieron nuestro día a día. Las realidades se fueron polarizando: la de las personas solitarias se volvió aún más solitaria, la de quienes viven en compañía se volvió en muchos casos agobiante, cuando no abiertamente peligrosa. También se ha dicho ya infinidad de veces que las mujeres fueron las principales víctimas del confinamiento: la violencia doméstica aumentó a índices brutales, el trabajo de cuidados recayó esencialmente sobre sus espaldas, el hogar se volvió para muchas una trampa mortal.
Todo esto se cuenta, se dice, se fotografía, se retrata en “Diarias Global”. Con la pasión que caracteriza a Lorena por abrir espacios de reflexión y creación colectivas, nació este proyecto que continúa, ahora de manera virtual, otros tan siginficativos como “Evidencias”, por ejemplo, en el que invitaba a donar objetos domésticos que hubieran sido empleados para ejercer cualquier formar de violencia, creando como conjunto un fuerte impacto visual, narrativo y simbólico.
http://www.lorenawolffer.net/01obra/27evidencias/evidencias_frames.html
Lo político, entendido como suma de lo estético y lo ético, marca sus propuestas desde aquellos primeros performances como “Soy totalmente de hierro” o “Mientras dormíamos (el caso Juárez)”. Visibilizando lo que los poderes quieren ocultar, las exclusiones, los márgenes, las imposiciones institucionales, denunciando las violencias hacia las mujeres y las diversidades sexo-genéricas, valorando las experiencias individuales, su propuesta da cuenta de aquello que nos atraviesa y conmociona como personas y como sociedad.
Suma de testimonios, contracara hospitalaria y generosa de las redes sociales, se va armando así, voz tras voz, confesión tras confesión, imagen tras imagen, un archivo de nuestro momento histórico. “Una archiva”, nos gusta decir hoy desde el feminismo. Planteada como opuesta a un canon rígido y excluyente, la archiva está viva, es cálida, tiene un regazo acogedor donde cabemos todas y todes.
Y allí caben también, por supuesto, nuestro deseo de abrazar y nuestra necesidad de ausencia, nuestro aprendizaje sin fin de cómo vivir y sobrevivir en un mundo raro. Y no me crean mucho si les digo Que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca he llorado.