De la colisión a la coalición
El Presidente, su partido y su Gobierno mostraron desde el primer día sus intenciones y a la vista están sus resultados: su incompetencia en el manejo de la economía, su indiferencia y tolerancia ante la violencia del crimen organizado en todo el país, el desmantelamiento de las instituciones de salud y el pésimo manejo de la pandemia Covid-19, la corrupción -personal e institucional– en niveles inimaginables, su desdén por el Estado de derecho y el menosprecio de la ley; su obsesión por exterminar al INE e imponer a la 4T. Los camisas pardas de ayer son los chalecos guinda de hoy.
No podemos esperar hasta junio de 2024 para iniciar la reconstrucción de México. Este Gobierno totalitario propone, de forma paradójica, un Estado fuerte basado en los medios más destructivos que le permitan pulverizar a la sociedad en fracciones confrontadas entre sí y, al amparo de estas minorías, controlar al país, esto es: Gobierno de colisión.
La fuerza de la 4T depende, en gran medida, de la debilidad de sus oponentes. La pregunta obligada es, ¿qué están haciendo los liberales y los demócratas? El problema más grave que tenemos hoy no son las acciones del régimen: es la inacción de los oponentes.
Hemos visto como el Presidente quiere prescindir, una tras otra, de las instituciones de la República y más que preguntarnos qué hacen los partidos de oposición es, ¿por qué no hacen nada? La respuesta está en el encono, el miedo paralizante y en la fractura del tejido social. Esas son las fortalezas de López Obrador.
A este régimen hay que comprenderlo desde adentro, se funda en el autoritarismo personalista de AMLO, confusamente democrático -como todos los extremos nacionalistas de derecha e izquierda-, con dos características: la violencia extrema y la negación de la ley. La primera es consecuencia de la segunda. Unidas las dos, resultan en la 4T en toda su esencia.
Morena, como otros movimientos similares, llegó al poder legalmente -la forma democrática- pero sin legitimidad -el fondo de sus propósitos- y, una vez adueñados del poder, ejercerlo con ilegalidad. No pretenden gobernar desde el Estado de derecho. Ni con la ley.
La Alianza por México puede ser efectiva para ganar elecciones u oponerse al Gobierno en el Congreso, pero eso no significa que los partidos políticos estén presentando soluciones para el futuro de México.
En México existe el talento suficiente para solucionar este desastre llamado 4T. Somos todos.
En términos de Gobierno -y gobernanza– nunca hemos pasado de pactos políticos efímeros y sin representatividad ciudadana. Estamos atrapados en una visión coyuntural y en un presidencialismo en fase terminal.
México necesita, ante todo, un Presidente que sea capaz de liderar un Gobierno plenamente representativo, con capacidad de convocatoria para que las minorías se vean cohesionadas en objetivos comunes para todos los mexicanos: apego a la legalidad con sensibilidad social. Seguridad pública efectiva y verdadera procuración de justicia. Una economía que termine con una inequidad injustificable y que ofrezca oportunidades de desarrollo sustentable para todas las personas. Servicios públicos de calidad, no dádivas disfrazadas de bienestar.
Es tiempo de propuestas. Cambio de ciclo. No podemos seguir aplicando las mismas soluciones a los mismos problemas. Necesitamos atrevernos a ser corresponsables de nuestro futuro.
Es mucho más lo que nos une, que lo que nos divide. Todos cabemos en México. Sí podemos construir una alternativa de Gobierno: Gobierno de coalición.