Confusiones y falsas salidas inflacionarias
La inflación es el aumento continuo del nivel general de los precios. Esta noción tiene dos implicaciones: la inflación no consiste en el nivel general de los precios, sino en su tasa de crecimiento, y no se refiere a los precios relativos, es decir, a los precios de algunos bienes y servicios con relación a otros.
En cualquier latitud, tarde o temprano, la inflación elevada ocurre porque el crecimiento de la demanda agregada supera significativamente al de la oferta agregada. Además, cuando el país tiene un régimen de tipo de cambio flexible, este desbalance está respaldado, en última instancia, por una política monetaria acomodaticia.
En México, el nivel general de los precios del consumidor se mide mediante el INPC, calculado como un promedio ponderado de las cotizaciones mensuales de miles de precios de una muestra de miles de productos y servicios, agrupados en 299 genéricos.
Nuestro país padece una elevada inflación. En abril de 2022, la variación anual del INPC alcanzó 7.7 por ciento, el mayor ritmo desde enero de 2001. Las presiones inflacionarias fueron amplias: más de 80 por ciento de los genéricos registraron incrementos anuales de sus cotizaciones por arriba de 4.0 por ciento.
Asimismo, la tendencia de la inflación ha sido ascendente. La variación anual del subíndice subyacente del INPC, que excluye los rubros de agropecuarios y energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno y, por tanto, marca la tendencia de mediano plazo de la inflación, acumuló en abril pasado 17 meses de alza continua, alcanzando 7.2 por ciento, también la más alta desde principios de 2001.
Desde marzo de 2021, la postura monetaria del Banco de México ha sido inusualmente expansiva, reflejada en el hecho de que, a diferencia de los ciclos restrictivos anteriores, la tasa de interés de referencia, si bien ha subido, se ha ubicado persistentemente por debajo de la inflación anual, facilitando, con ello, el tránsito de la inflación.
A pesar de estos hechos, el debate público sobre la inflación en México adolece de múltiples confusiones. Un error común consiste en identificar el nivel de algunos precios con el proceso dinámico de la inflación, al argumentar que la inflación se genera por factores equivalentes a gravámenes, como la baja competencia en algunos sectores y el ‘sobreprecio’ de mercancías por efecto de la delincuencia.
Otro error reside en sostener que la inflación es importada y no existe exceso de demanda. Tal aseveración refleja un razonamiento de tipo de cambio predeterminado, donde la inflación interna se determina en el exterior. En contraste, en abril de 2022, las variaciones anuales de los componentes del INPC, ‘servicios’ y ‘otros servicios’ sin vínculos directos con el exterior, alcanzaron 4.8 y 7.0 por ciento, respectivamente, lo cual confirma presiones internas de demanda.
El Paquete contra la Inflación y la Carestía (Pacic), anunciado la semana pasada por el gobierno, exhibe confusiones similares. Por lo menos, seis de las 16 medidas parecen obedecer a la observación circular de que “la inflación sube porque los precios suben”. Cuatro de ellas, destacadamente, la ‘estabilización’ de los precios de los energéticos y la participación privada, buscan contener el aumento de algunos precios, mientras que las otras dos persiguen reducir el nivel de otros precios.
El resto de medidas pretende aumentar la producción y facilitar la importación y transporte de bienes, mediante programas de gasto en marcha o acciones como la vigilancia de la seguridad carretera, que deberían ampliarse y ser permanentes.
Como ha ocurrido con los paquetes de infraestructura, el Pacic podría ser poco efectivo. Al buscar contrarrestar algunos síntomas, es probable que el impacto inflacionario sea insignificante. Además, como la mayor parte de los recursos comprometidos continuará canalizándose al subsidio de la gasolina, no está orientado a apoyar a las familias en pobreza.
Finalmente, contrario a lo comúnmente afirmado, el Pacic no va en la dirección correcta. El principal riesgo es la complacencia, al favorecer medidas que tratan de ‘reprimir’ la inflación y acumulan costos para el futuro. En 2017, México experimentó una agudización inflacionaria derivada de la insostenibilidad de los subsidios a la gasolina.
El peligro no es teórico, sino real. En sus comentarios al anuncio del Pacic, el presidente de la República expresó su deseo de que el Banco de México no continúe incrementando su tasa de interés.
La tarea del combate a la inflación recae en el Banxico, que es autónomo. La idea de que el Pacic le ha aligerado esta responsabilidad resultaría una ilusión lamentable, que debilitaría la percepción sobre el compromiso de este banco central con la estabilidad de los precios.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).