‘El problema del acoso es terrorífico, está por todas partes’
Según su acta de nacimiento, Melissa Ayala es moreliana, y vio la luz un 23 de mayo. En realidad, su madre la parió cinco días después, pero el trámite ante el Registro Civil era demasiado tortuoso y sus padres se negaron a emprenderlo. Le dirían a la niña, muchos años después, que tenía dos cumpleaños, el oficial y el verdadero; eso sería mucho más divertido. Curiosamente, Mónica García, su madre, había nacido también un 28 de mayo, e igualmente hubo un problema con su acta.
Óscar Ayala, su padre, servidor público de toda la vida, cambió de residencia varias veces debido a su trabajo. Con él llevó a su familia de Morelia a Pachuca y luego a Colima. Se avecindaron cerca de Manzanillo. Los niños nadaban con frecuencia en Boca de Pascuales, una playa cercana. Aprendieron a desplazarse con naturalidad en el agua en una escuela al aire libre. Después, los Ayala se mudaron a Puebla, y Melissa Ayala recibió junto con sus hermanos una educación multicultural, que más adelante fue de gran utilidad. “Cuando estaba en Colima quise ser bióloga marina y cuando viví en Puebla cambié a fisicomatemática”. En todas sus aspiraciones, sus profesoras y otras figuras femeninas fueron siempre un referente.
Ayala, inquieta, casi hiperactiva, perteneció a una organización estudiantil de mateatletas, presidió otra integrada por los mejores promedios escolares, aprendió a debatir en el modelo de Naciones Unidas y, después de clases, estudiaba alemán y francés. También nadaba.
Recibió ofertas de la UDLAP y del Tec de Monterrey, pero prefirió el ITAM, que también la becó. En el instituto soportó que un profesor misógino le recomendara que estudiara una carrera “para mujeres” –como administración–, pero recibió el impulso de otros, principalmente de José Ramón Cossío, que le ofreció trabajo en su ponencia, una vez que acreditó la segunda materia de derecho constitucional. “En ese momento yo no conocía el feminismo, pero fui abriendo los ojos”.
En la Corte, Luz Elena Orozco y otras mujeres comprometidas con temas de género le descubrieron la profundidad de los feminismos y de la ética profesional.
Melissa Ayala se comprometió muy joven, a los 20, y a los 21 quedó embarazada. No estaba la maternidad en sus planes hasta ese momento. Su futuro esposo vivía en Filadelfia, donde estudiaba el doctorado. “A pesar de las circunstancias, me sentí con la completa capacidad de decidir si quería continuar o no con el embarazo”. Siguió adelante. Él dejó sin concluir sus estudios y volvió a la Ciudad de México. Ayala terminó los suyos y el mismo día que parió, renunció a la Corte.
-¿Dudaste? ¿Un poco?
-Mis papás son muy católicos; yo soy creyente, pero no católica, aunque eso me impactó hasta cierto punto. Pero me gustaría que todas las mujeres se sintieran en libertad de tomar su decisión como yo lo hice.
Después del alumbramiento de su hija, Melissa Ayala se tomó seis meses, pero ansiaba volver al trabajo lo antes posible. Lo hizo en el despacho Santamarina y Steta, donde aprendió sobre temas ambientales. No era lo suyo. Se movió a GIRE, donde fue especialista en amparos.
El proyecto familiar implicaba que su esposo concluyera el doctorado, pero debido al abandono del anterior en su récord, no fue aceptado en las universidades donde aplicó, mientras que ella fue aceptada, y becada, en Harvard. Su pareja cuidó de la niña, que entonces tenía tres años, mientras su madre estudiaba. “Ha sido de las mejores decisiones de mi vida, a pesar de que fue un año muy duro en términos emocionales”.
De regreso en México, Melissa Ayala trabajó en la Sala Superior de Justicia, con la magistrada Janine Otálora. “Tiene una ética de trabajo impecable, pero además es muy divertida. Yo la apoyaba con los temas de derecho internacional y de violencia política en razón de género”.
Comenzaba la pandemia cuando Ayala supo que estaba embarazada de su segundo hijo. Casi al mismo tiempo, recibió una oferta del Consejo de la Judicatura en Prevención y Combate al Acoso Sexual que no podía rechazar, porque precisamente en Harvard había explorado esos problemas.
Al momento del parto, que se fue complicando, Melissa Ayala tuvo que aceptar que se le practicara una cesárea, aunque se había preparado para un alumbramiento vaginal. “Fue un shock enorme” para ella, porque en GIRE, además de los derechos reproductivos, se había dedicado al combate de la violencia obstétrica. “Mi ginecóloga me llevó de la mano para transitarlo de la mejor manera. También entendí que el parto vaginal se ha vuelto una imposición; que se juzga a las mujeres que deciden tener cesárea; me parece muy desafortunado”.
Desde entonces, Ayala encabeza la coordinación de Litigio de GIRE, el empleo de sus sueños.
“Es increíble el liderazgo, la calidez humana, la cercanía que tengo con mi jefa. En este periodo profesional, he valorado muchísimo no tener que disculparme por ser mamá. Además, la experiencia se ha completado porque justo cuando volví para trabajar en GIRE, empezaron a salir en la Suprema Corte muchísimos casos de la acción de inconstitucionalidad en Coahuila, en Sinaloa, casos que habíamos presentado en mi primera temporada en GIRE y que apenas se estaban resolviendo. Eso fue para mí toda una enseñanza de lo que es la justicia en nuestro país”.
Además de esa labor, Melissa Ayala creó Rema junto con Nuria Palou, una consultora dedicada al auxilio de víctimas de hostigamiento y acoso sexual. “Me buscan casi todos los días mujeres que viven acoso u hostigamiento y que piden apoyo o acompañamiento legal. Sé que siempre ha sucedido, pero el problema está por todas partes. Es terrorífico”.