La búsqueda de estrategias disruptivas para el cambio
“No es casto”, le gritó la consagrada a Jimena Ávalos. La niña, desconcertada, interrumpió el juego de futbol y miró hacia abajo. Sus calcetas se habían deslizado y dejaban ver sus piernas. No le dijo a la prefecta que no comprendía el significado de aquella palabra, pero sí entendió que en esa escuela –de los Legionarios de Cristo– no se sentía libre y mucho menos feliz.
Un tiempo después, cuando se mudó con su familia a Colorado Springs, comprobó que se resistía a cualquier clase de adoctrinamiento. En su espíritu estaba la confrontación con la autoridad.
Durante un año de estancia en un internado en París, aprendió francés y regresó a terminar sus estudios en el Liceo Franco Mexicano, lejos de las consagradas. Quiso inscribirse en la UNAM, pero estalló la huelga. Su abuelo, un destacado litigante, le había dicho siempre que estaba destinada a ser abogada. Sin embargo, cursó un año de canto clásico en Florencia. “Me he beneficiado mucho de los privilegios de mi entorno, me han hecho quien soy, pero también he experimentado cierta sensación de rebeldía y resistencia a ese entorno”.
-¿Culpa?
No, sólo no me siento a gusto en reuniones de gente adinerada. No siento que sea mi comunidad.
A los 13 años, Jimena Ávalos estaba entre amigos. Se inclinó sobre una barda y uno de ellos la nalgueó. Ella enfrentó al agresor, pero alrededor, comentaron unos y respaldaron otros: la culpa era suya, de esa falda. No pudo articular el argumento obvio a su favor, pero se documentó y toda esa información desató su convicción feminista. Leyó sobre el riot, el movimiento punk de mujeres que surgió en Seattle, y quedó encantada por el sonido grunge. “Hasta hoy pienso en estrategias disruptivas para el cambio y me gusta esta noción en las intervenciones políticas”. Tiempo antes fue víctima de abuso en el mercado de Jamaica. Iba con su abuela y su madre. Las tres se habían convencido de que no había sido tan grave.
-¿Te marginó tu feminismo temprano?
-Sí, y no sólo en la escuela, sino dentro de mi familia y otros círculos. Yo me rehusaba a verme como se suponía que tenían que verse las niñas ‘fresa’. Tenía el pelo a la cintura, no usaba zapatos y para algunos eso era tremendo. En la Ibero tenía tres amigos y párale de contar. Yo era la weirdo y la que confrontaba a los profesores, y eso no me hacía ganar premios de popularidad.
Antes de graduarse, entró en un despacho de derecho ambiental, del que salió decepcionada. “Estaba claro que yo no iba a salvar a las ballenas, pero me cuestioné si lo mío realmente era salvarlas”. Y no. Litigó derecho civil, familiar y finalmente amparo, mientras trabajaba con organizaciones en temas de género, “mentalizada de que tenía que adquirir la herramienta de litigio en despachos lujosos para aplicarlo en algo que me importara. Y realmente aprendí a usar el derecho para causar impacto en cuestiones de género en la Ibero, con Regina Tamez”.
Miguel Rábago, otro de sus profesores, la introdujo en las dimensiones jurídicas de la diversidad sexual y la orientó para que estudiara la maestría en Columbia. “En México te enseñan que el derecho es neutro y abstracto y que las normas se aplican a las situaciones particulares. En Estados Unidos el abordaje era distinto; considera que el derecho no sólo no es neutro, sino que es un instrumento del Estado para mantener el statu quo. Entendí cómo cuestionar el derecho desde los ejes de raza y género, y encontré que lo maravilloso de los estudios críticos legales es que aceptan que el derecho ha sido siempre una rama conservadora, un instrumento del Estado para mantener las estructuras de poder, aunque tiene un potencial de cambio”.
Ávalos concluyó una segunda maestría en políticas públicas en Oxford. De vuelta trabajó en Fundar, donde se encargó del área de litigio estratégico. Más adelante, después de su primer embarazo, la abogada trabajó con la organización Balance, en un proyecto de investigación sobre las deficiencias del sistema de salud para atender a mujeres portadoras de VIH, para garantizar sus derechos sexuales y reproductivos.
El segundo embarazo de Jimena Ávalos no pudo terminar peor. Su bebé murió al nacer, por una malformación congénita en el corazón, invisible para el ultrasonido. “Le hicimos una autopsia. Lo velamos y cremamos. Fue un horror”.
Las madres que superan las antinaturales pérdidas de sus criaturas lo hacen mediante el amor de los otros hijos o por un milagro. Jimena Ávalos lo hizo gracias al mayor y a su trabajo. Hasta que nació su tercera, una niña, “si no hubiera sido por el activismo que me permitió ver que otras mujeres han perdido a sus bebés en las circunstancias más absurdas y prevenibles del mundo, no me hubiera resituado en mi tremendo privilegio y no la hubiera librado en esos años tan solitarios. No exagero si digo que Balance me salvó la vida”.
Más adelante laboró como académica en el Departamento de Derecho de la Ibero, donde fungió también como presidenta del Comité de Atención a la Violencia de Género de la universidad, “una chamba pesadísima porque hay que hacer un trabajo jurídico muy sólido para que las resoluciones, sobre todo las que recomiendan una sanción para las personas que han cometido violencia de género, se sostengan en un tribunal de amparo”.
La titular de la Unidad de Prevención y Combate al Acoso Sexual en el Consejo de la Judicatura Federal cuenta que la unidad, de creación reciente, fue todo un reto administrativo; se echó a andar en plena pandemia. “Somos una unidad de atención integral a víctimas de violencia de género en el entorno laboral del Poder Judicial, un ambiente muy hostil, rígido, jerárquico y como tal, más hay espacio para la violencia de género, el acoso y el hostigamiento sexual. Nuestro deber es dar atención psicológica, jurídica y con enfoque restaurativo a las víctimas y al mismo tiempo cambiar el ambiente de trabajo tan machista, para lo que tenemos un programa de formación y sensibilización de funcionarios. Todo ha sido una gran construcción colectiva”.
Jimena Ávalos también conduce el pódcast feminista Estética Unisex. “Es la vía por la que suelto mi rabia y compromiso porque los cuerpos de niñas y mujeres son tratados como si fueran del dominio público, consistentemente tocados, abusados, violados y asesinados”.