Las segundas partes no siempre son mejores

Por Rodrigo Arellano

El 11 de marzo de 2018 Sebastián Piñera asumía, por segunda vez, la primera magistratura de nuestro país. Lo hacía luego de un gran triunfo sobre el candidato que representaba la continuidad de Michelle Bachelet. Hoy, el escenario es muy distinto. Cuando estamos cerca de cumplir cuatro años de esa fecha, el gobierno está terminando con la aprobación más baja que se ha conocido al final de su mandato.

Desde una mirada de gestión, una parte importante de los chilenos que votaron por este gobierno terminan con sus expectativas no cumplidas. Mejorar la economía del país y seguridad fueron probablemente las razones por las que los ciudadanos quisieron repetir un gobierno liderado por Chile Vamos. Sin embargo, estamos terminando con problemas serios de inflación y todo lo que ello impacta en la vida cotidiana, y con varias regiones del país con estados de excepción para hacerse cargo de los serios problemas de violencia que han vivido esas zonas. Dentro de este escenario, en lo que existe coincidencia es que el desempeño del gobierno de Piñera en el proceso de vacunación ha sido excepcional. Logró anticiparse y ser líder a nivel mundial de una de las herramientas más eficaces para combatir una de las peores pandemias que ha sufrido la humanidad en las últimas décadas.

Desde una mirada política, por segunda vez, Piñera no fue capaz de entregar la banda presidencial a alguien de su sector. La coalición de gobierno sufrió sendas derrotas en las elecciones de convencionales, municipales y presidenciales. Pero quizás lo más preocupante, salvo un par de excepciones, es que no se generaron liderazgos que puedan competir con la nueva izquierda que se hará cargo del destino del país. Esto, en un marco donde la derecha también ha sufrido un retroceso en el plano de las ideas; valores que han sido estandartes del sector parecen ir en un retroceso veloz versus aquellos más cercanos a lo que representa la izquierda.

Las causas de lo anterior debiesen ser la segunda reflexión. En esto también existe consenso: la crisis social y política vivida en octubre de 2019 y posterior sería el principal motivo. La forma, rapidez y convicción de cómo se enfrentó no fueron las más adecuadas. Esta crisis permitió ver la segunda causa de los resultados de este gobierno, que además contó con un Congreso híperfragmentado y cuyo ánimo de colaboración no estuvo presente. La oposición desde el primer día se negó a generar consensos mínimos y avanzar en reformas que eran a todas luces prioridades para los chilenos. Mejorar las pensiones y modernizar el sistema de salud siempre encontraron hostilidad por parte de los legisladores, en especial del Partido Comunista y parte importante del Frente Amplio. De hecho, el Congreso intentó terminar de facto en dos oportunidades con el gobierno por medio de acusaciones constitucionales contra el propio Presidente. Se transformó en una máquina de eco de quienes gritaban en la calle, a pesar de ser un órgano que tiene como rol principal legislar sobre políticas públicas que mejoran el bienestar de un país; esto incluso caló en parlamentarios de Chile Vamos, que apoyaron retiros de fondos de pensiones sin medir las consecuencias.

Ya sea por la crisis de octubre, un Congreso poco colaborativo o errores propios del gobierno, Piñera cumplió con el viejo dicho: “Las segundas partes no siempre son mejores que la primera”.

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