Después de los cien días de invasión rusa

Por Alberto Peláez

Vladimiro Putin tenía la mirada circunspecta. Dicen los que le vieron que su mandíbula estaba en vías de desencajar. Cuando en la madrugada del 24 de febrero ordenó a su infantería que invadiera Ucrania llegó a pensárselo dos veces. Sabía que moriría mucha gente. No sólo militares, sino también civiles. Pero por esa manera tan enrevesada de pensar, sabía que no tenía más remedio. Lo que nunca pudo sospechar es que la invasión se convertiría en eterna.

Sus previsiones más optimistas le decían que podría tratarse de pocos días, con una rendición casi inmediata. Las más realistas hablaban de varias semanas. Pero fue el tiempo el que creó una nueva realidad, la de hoy.

Han pasado más de cien días, algo que nunca pudo imaginar, que no se le pasó ni por la antesala de su imaginación. Aquel paseo por un campo florido se convirtió en la peor pesadilla de Putin.

Tras estos casi cuatro meses de guerra, Rusia ha perdido más de diez mil hombres y una cuarta parte de sus carros de combate. Las madres rusas reciben a sus hijos en ataúdes y la economía del gigante exsoviético empieza a verse seriamente limitada.

Y no sólo eso. Rusia no tiene un enemigo. Rusia tiene una pléyade de enemigos. Todos los países de la Alianza Atlántica, empezando por su capitán, Estados Unidos. También gran parte de las naciones occidentales que comulgan con la Alianza Atlántica, y desde luego la propia Ucrania. Putin no sólo tiene al enemigo en su frontera; lo tiene diseminado por todo el planeta. No hay más que ver cómo el ejército ucraniano se rearma a golpe de ayuda estratégica y militar de los países aliados.

Vladimiro Putin está solo, lo sabe. Ha habido importantes disidencias de algunos miembros de su cúpula militar y de su servicio secreto. También de algunos oligarcas que pertenecían a la élite rusa cercana a Putin. Y desde luego de un occidente que se ha echado en los brazos del presidente ucraniano Zelenski como si fuera un redentor.

Los toros bravos mueren matando. Putin es eso, un toro bravo, un toro ciego. Un león herido. Ante eso lo que hay que preguntarse es cuál va a ser su siguiente estrategia. Nunca admitirá una derrota, que puede ocurrir dejando de nuevo la península de Crimea para Ucrania -que se la robó ilegalmente en 2014-, así como también perder parte del Donbás. Pero no se puede olvidar que Rusia tiene también cerca de seis mil ojivas nucleares de las cuales posee un arsenal de setecientas noventa que podría utilizar en cualquier momento. Esa es una baza ulterior, pero existe. Es real y no podemos descartarla.

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