Los rostros del dolor

Por Pancho Graue

El punto de ruptura en un país acorralado por la violencia y el miedo, con un Gobierno indiferente e ineficaz se tenía que dar. Nos estábamos acostumbrando peligrosamente a escuchar de miles muertos en todo México, y la absurda y reiterada respuesta de siempre desde la mañanera del Presidente; la culpa es de Felipe Calderón, de los conservadores, del pasado. El Presidente se ofende cuando le presentan las cifras comparativas de su Gobierno y exclama airado: “Nosotros no somos como ellos, no nos comparen». Tiene razón. Son mucho peores.

Enfocado en retener el poder a como dé lugar, el Presidente está concentrado sólo en dirigir dos campañas: Una, para imponer a la opinión pública la idea de que solo él y Morena pueden ganar las elecciones del 2024 y la otra, su eterna campaña de difamación, desprestigio y miedo.

Los dos jesuitas asesinados tienen, al menos, un rostro visible que permite que las personas, como usted, sintamos el agravio casi como propio. Pero en este Gobierno han sido asesinadas 124,000 personas, que tenían unos padres, esposas y esposos, hijos, amigos, compañeros de trabajo, vecinos. Pero no tienen un rostro visible para que podamos sentir empatía por su perdida, ni podemos consolar a sus familias y amigos, porque se han convertido en una cifra abstracta, en una estadística absurda y lo más ofensivo; en argumento del Presidente para señalar y atacar a sus enemigos.

¿Qué sigue en la ruta de AMLO?, ¿Abrazar a los asesinos de Javier y Joaquín -jesuitas- y de Pedro Palma?, ¿Cómo piensa AMLO explicarles a los hijos de Pedro que la responsabilidad es de Felipe Calderón o de Genaro García Luna?, Que AMLO envié a Epigmenio Ibarra -su vocero- a los funerales de Javier, Joaquín y Pedro y con su soberbia habitual les explique que este régimen no tiene responsabilidad alguna. Que les diga de frente que el dolor que sienten no tiene cabida en la 4T. Que su perdida no tiene sentido para este Gobierno insolidario y sordo al dolor y desesperación de 124,000 familias mexicanas que lloran a sus muertos ante la complacencia -por decir lo menos- del Presidente de la República.

Todos los mexicanos que amamos a nuestro país -y que somos la inmensa mayoría- estamos obligados a decir ¡Basta! Da igual de qué partido seamos, pobres o ricos, católicos o agnósticos, estamos hablando de personas como usted o sus hijos. Tenemos que convocar ya a una movilización absolutamente pacífica que honre ante todo a las víctimas de la violencia y sus familias.

Que nadie se quede sin hacer algo, todos debemos manifestarnos de forma contundente y decirle al Presidente, a su Gobierno y a su movimiento que no seremos cómplices de su indiferencia, que no vamos a abrazar a ningún criminal que está dispuesto a masacrarnos, que no vamos a tolerar más explicaciones para evadir su responsabilidad constitucional y si no puede con los emisarios del pasado que renuncie y convoque a las elecciones anticipadas y nosotros sabremos tomar el futuro en nuestras manos.

Cada uno de nosotros puede ser la próxima víctima de estos criminales y de la ineficacia de un Gobierno electorero e irresponsable. Tenemos una obligación ineludible con 124,000 rostros invisibles que hoy nos reclaman una acción inmediata. La impunidad es el cáncer de México. La indiferencia ante el dolor del prójimo es el peor pecado social posible.

La paz en México es posible. La concordia por encima de las diferencias es posible. Los gobiernos nunca serán la solución, son sólo el medio que los ciudadanos elegimos para encausar nuestro mandato. Ellos son los mandatos. Como tales, tienen una responsabilidad con todos nosotros.

No más rostros del dolor, no más rostros anónimos.

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