De conducción y presunción

Para fines del análisis y de un poco de tranquilidad, es posible suponer que el secretario de Hacienda y sus colaboradores cercanos tienen acceso privilegiado a los sentimientos y presentimientos de quienes conforman lo principal y poderoso del capital. Esa información, junto con otras referidas a los banqueros del otro mundo y a algunos dueños del dinero, definen el o los contextos a partir de los cuales los funcionarios responsables arman sus posiciones y perfilan sus propuestas de política.

Tal función es obligatoria para todos aquellos responsables dentro del Estado y más aún en un contexto de mercados y economías en general descentralizadas y altamente inestables. A pesar de su más que elevada concentración vertical y horizontal, el capital mexicano tiene frente a sí una miríada de intereses que, sin previo aviso, pueden poner en riesgo los siempre precarios equilibrios de la macro y la mesoeconomía.

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Por su trayectoria de larga data como consultor de empresas privadas, mexicanas y multinacionales, el secretario tiene bien identificados sus fuentes y contactos, lo que explora con la cautela aconsejada. Lo malo, para el funcionario y su gobierno, es que ahí no termina la historia. Y, por cierto, no se trata de las multivisitadas ‘narrativas’ de las que los comentaristas abusan, sino de otros hechos y otros dichos, pero de igual o mayor peso que el de los referidos ‘informantes’, aunque no de Sahagún.

Una referencia obligada tiene que ver con las expectativas que cultivan los hombres y mujeres de la empresa o del dinero, que no son pocos y no necesariamente visitan Palacio o acuden a convenciones, pero de quienes depende en alto grado el nivel y el ritmo de la inversión, directamente en sus propios emprendimientos o por medio de la inversión en el mercado de capitales.

Podemos especular junto con los dirigentes empresariales y su estado de ánimo, pero atrevernos a ser tan contundentes como la agencia Fitch lo hizo recientemente, no es algo que pueda llevarnos muy lejos porque las encuestas de Banxico o Inegi, apreciables y aplaudidas como siempre, no dicen lo necesario para sacar alguna conclusión sobre los sentimientos empresariales, en especialísimo lugar respecto de la formación de capital y del futuro económico del país.

De acuerdo con Fitch, “El impulso fiscal limitado a través de la pandemia y una reversión temprana de la relajación de la política monetaria han frenado la recuperación económica, ya que las autoridades priorizan la estabilidad macroeconómica. Las perspectivas de crecimiento se ven obstaculizadas más por la lentitud de la inversión, tendencia que se relaciona en parte con el ruido político y la incertidumbre regulatoria”. (El Universal, 14/06/22, p. 21).

El secretario debería arriesgar un poco la figura y explorar con más asiduidad esos territorios donde se cuece una buena parte de las decisiones de inversión que van a ser acumulación, lucha por los mercados, empleo, etcétera. Por ello es que afirmaciones como las de Fitch merecen atención, cuidado y detalle de parte de la autoridad responsable.

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