Los efectos

Por María Rivera

“Decirle a la gente que la pandemia está en un proceso endémico de ‘gripalización’, (cosa que es mentira) solo promueve que la gente acepte contagiarse y contagiar a otros, con la falsa convicción de que solo será una gripe pasajera, si no los enferma severamente o los mata”.

No sabemos si son secuelas como se pensaba o infecciones activas por reservorios virales, o una mezcla variada de ambas, pero el long covid está afectando la vida de millones de personas en todo el mundo, en algunos casos de manera muy graves, discapacitantes. Cada vez hay más evidencia científica de que los efectos que la enfermedad causa en varios sistemas del cuerpo humano tras la infección pueden ser muy graves y que estas secuelas suceden más a menudo de lo que se pensaba. De hecho, hay quien especula que independientemente de la gravedad, la infección por covid produce efectos a largo plazo en todos los enfermos, que se desarrollan de manera silenciosa. Es muy temprano aún para saber si esto sería así o no.

Lo que sí sabemos es que la información señala cada vez de manera más concluyente que la infección por covid no es benigna, aún con la vacunación, y aún en casos leves en su fase aguda.  La ciencia aún no logra desbrozar el asunto completamente y, sobre todo, aún no encuentra la cura para aquellos que sufren sus efectos a largo plazo. El hecho de que sea una enfermedad nueva produce que el conocimiento no se haya estandarizado y por ello muchos médicos no están al tanto de los últimos estudios que se están generando en todo el mundo. En parte, es comprensible debido a la demanda que la comunidad médica ha padecido estos años.

Sin embargo, ahora que nos encontramos en una fase de menor presión hospitalaria, la comunidad médica debiera estar actualizada lo mejor posible porque tendrá que atender a muchas personas aquejadas por el padecimiento, en distintas especialidades médicas, si no es que prácticamente en todas. El long covid está retando los conocimientos previos de muchos médicos que debieran tener la humildad necesaria para reconocer, en principio, que la ciencia desconoce aún muchos de los efectos y, al mismo tiempo, tener la curiosidad para entenderlos y la voluntad de escuchar a los pacientes. Y digo esto, querido lector, porque abundan los testimonios de personas que han sido y son desestimados en consultas médicas, una y otra vez, están teniendo que atravesar esta enfermedad solos, sin mayor consuelo, que la recomendación de hacer ejercicio y tener paciencia. Y es que, aunque se reconocen ya los síntomas que las personas presentan, no hay aún un tratamiento para ellas, una cura ¿Qué se está haciendo en México para atender este problema de salud? ¿cuántas clínicas especializadas en estos trastornos se han fundado, tienen pensado en abrir en los próximos años?

Es evidente que, frente a la política gubernamental de permitir la infección generalizada para no dañar la vida económica, las autoridades de salud ya deberían tener un plan muy preciso y la disposición presupuestal para atender los millones de casos que ya hay, y los millones que se les sumarán ante las continuas reinfecciones que no solo no fortalecerán al sistema inmune, sino que provocarán el desarrollo masivo de la enfermedad persistente o secuelas ¿a dónde irán los pacientes a atenderse? ¿a la consulta de primer nivel a ver si tienen la suerte de que el médico tratante esté actualizado? ¿a dónde los van a derivar si no hay clínicas especializadas? ¿de verdad someterán a los enfermos al calvario de ir de un médico a otro a otro mientras su salud se ve cada día más deteriorada?

Es, a todas luces, una terrible irresponsabilidad hacerles pensar a las personas que el virus y las nuevas variantes son cosa menor porque no está produciendo la misma mortalidad que antes de la vacunación. La vacunación no evita el desarrollo de la enfermedad, ni de las secuelas, ni los reservorios virales en el cuerpo humano. Decirle a la gente que la pandemia está en un proceso endémico de “gripalización”, (cosa que es mentira) solo promueve que la gente acepte contagiarse y contagiar a otros, con la falsa convicción de que solo será una gripe pasajera, si no los enferma severamente o los mata. Es inaceptable del todo que, además, el Gobierno no tenga un plan para enfrentar las consecuencias de su propio mensaje, se deje a las personas que sufren de los efectos prologados del virus padecerlos solos, sin recibir atención médica especializada, muchos sumidos en la desesperación y la desesperanza.

En las redes sociales, no solo en México, obviamente, abundan los testimonios de personas que enfermaron, tuvieron una infección incluso leve, y están desarrollando síntomas persistentes muy graves y desconcertantes, enfermedades como la diabetes, las embolias, la parálisis, la hepatitis fulminante, los padecimientos cardíacos y desórdenes de todo tipo. Por eso, a lo largo del mundo se fundaron grupos de apoyo en las redes sociales que rápidamente se llenaron de personas aquejadas por dolencias que los médicos ni siquiera reconocían como tales. Fue toda una victoria obligar a la comunidad médica a escucharlos y a atenderlos.

El asunto, querido lector, es que son personas que están atravesando por distintos grados de sufrimiento y que están siendo desestimados como si sus padecimientos fueran de orden sicológico y no orgánico, como es el caso. Eso sin hablar del miedo, la ansiedad, la depresión que estar enfermo produce y de los propios efectos médicos que el virus produce en el cerebro.

Las autoridades de salud tendrían ya que tener esas clínicas públicas listas, con los mejores especialistas del país, y la mejor infraestructura para reparar la irresponsable y criminal política de permitir que millones de personas se estén contagiando todos los días por no vulnerar la actividad económica. También, deberían tener ya en sus consideraciones, el plan de vacunación permanente que el país requiere. Del semáforo, y de las medidas que debería imponer para proteger a la gente, mejor ni hablamos: son incapaces de asumir la responsabilidad de decirle a la gente la verdad y por lo visto, también son incapaces de asumir la responsabilidad de mentirle.

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