La venganza de Benito Juárez
Por Fabrizio Mejía Madrid
Pero no son las magias ocultas las que tienen a Acción Nacional hoy en las redes de lugares que tienen que ver con el Benemérito de las Américas.
Resulta por lo menos curioso que esta semana nos hayamos enterado de la corrupción de Acción Nacional en una Alcaldía de la ciudad de México y en la Terminal 2 del aeropuerto de la capital, cuyos nombres son Benito Juárez. De eso se trata esta columna, de cómo el juarismo sigue persiguiendo a los mochos.
La primera historia empieza con una explosión. Un edificio en la Alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México vuela en pedazos la mañana del 16 de agosto de 2021. Es Avenida Coyoacán 1909, esquina con Avenida Universidad, en la demarcación que han gobernado autoridades de Acción Nacional durante casi tres décadas, y donde está asentada la sede nacional de ese partido. Al edificio se le revienta la fachada dejando al descubierto los sillones, las cocinas, los baños de sus vecinos. Hay 26 heridos y una persona muere. Al hacer la investigación por el accidente, la policía descubre que hay dos departamentos a nombre del exdirector de Obras de la entonces delegación Benito Juárez, Nicias Aridjis y Luis Vizcaíno, Director Jurídico y de Gobierno de 2009 a 2016, cuando gobernaron los panistas Mario Palacios Acosta, Jorge Romero –actual líder de la fracción de Acción Nacional en la Cámara de Diputados–, Ricardo Amezcua –consejero de la judicatura de la Ciudad de México–, y Christian Von Roehrich –coordinador de los diputados de Acción Nacional en el Congreso de la ciudad de México–. Los ex funcionarios de la Alcaldía panista, hoy sendos coordinadores de sus diputados, eran también responsables de otro accidente. Se trata del desplome de un edificio que no tenía ni año y medio de construido, en Zapata 56, también conocido como Real San José. Ahí, el 19 de septiembre de 2017, el día del más reciente terremoto que afectó a la Ciudad de México, el edificio se vino abajo, no obstante que contaba con la autorización de Nicias Aridjis con un “nuevo reglamento de construcción” y la anuencia del entonces Delegado, Christian von Roehrich. Murieron ahí, Karla Kaori de 30 años y Matilde Téllez de 63, encargadas de cuidar a un niño que vivía en el inmueble. Se ha dicho que, en ese edificio, los dos funcionarios tenían también departamentos.
Pero esta no es la historia de los edificios que se derrumbaron en la única Alcaldía en que Acción Nacional ha gobernado durante tres décadas. Tampoco se trata de un asunto local, toda vez que los responsables son ahora coordinadores de los diputados de ese partido en la Cámara federal y en la de la Ciudad de México, además de un consejero del poder judicial en la capital del país. Se trata de la corrupción que no le importa matar para hacerse de una fortuna ilegítima. Se trata de autoridades electas que traicionan la confianza social para beneficiarse en lo personal de su posición jerárquica. Se trata de que, cuando uno llega a habitar una vivienda, jamás se le ocurre que la autorización para su construcción sea un cochupo del delegado, su director de obras, y la inmobiliaria en la que son socios a los que se les pagaban los permisos con departamentos gratis. Que uno jamás se imagina que el edificio tiene el doble de pisos que los que sostiene los cimientos, que fue hecho con materiales de inferior calidad a los reportados, que ahí morirá uno, sin advertencia alguna.
Después de la detención del que fuera Director Jurídico durante el paso de cuatro panistas en la Alcaldía, Luis Vizcaíno, la investigación ha descubierto una trama de corrupción que vendió los permisos de construcción a cambio de que les regalaran departamentos a los funcionarios; que usó empresas fachada para lavar el dinero de las extorsiones; y que, finalmente, fundó una cadena de pizzerías, barbacoa “orgánica” y estéticas para damas –Nicia’s Pizzas, El Borrego Contento, y Stoa Beauty Center– para justificar los desmedidos ingresos de los funcionarios. La dimensión nos dice el tamaño de la corrupción: tan sólo en cuatro años, de 2017 a 2021, se autorizaron mil nuevas edificaciones en una demarcación que apenas tiene 26 kilómetros cuadrados. Por lo menos 40 de ellas tenían como dueños a los ex funcionarios de la Alcaldía. Vizcaíno no pudo demostrar casi 66 millones de pesos o por qué es dueño, junto con Aridjis, de un inmueble que cuesta 30 millones y por el que dice haber pagado un millón 400 mil pesos. Los vecinos de la Benito Juárez vieron crecer edificios de más de ocho pisos donde antes existían casas, plazas comerciales casi en cada cuadra, y el logo de Acción Nacional –BJ– que se niega a poner el nombre de Benito Juárez, al que todavía no le perdonan la división entre Iglesia y Estado. Prefieren usar las siglas BJ que, en inglés, quiere decir “sexo oral”.
La otra historia de Benito Juárez tiene que ver con la Terminal 2 del aeropuerto que lleva su nombre. Sabemos por una entrevista del 15 de julio de 2013 en el diario Milenio que Vicente Fox se considera mejor Presidente que Benito Juárez. Dijo textualmente: “Me lo llevo de calle a todos, incluido a Juárez”. Como decía Monsiváis: “El elogio en boca propia es apenas canapé”. Desde el inicio, Fox, un exempleado de la Coca-Cola que durante su presidencia le dio el control del agua a la refresquera, dejó entrever su odio hacia el Benemérito de las Américas. En cuanto llegó a ocupar la casa de Lázaro Cárdenas en Los Pinos se deshizo del retrato de Juárez promulgando la Constitución de 1857, la liberal que separó Iglesia y Estado, pintado así, con el guante blanco y en la silla presidencial, un año después por Tiburcio Sánchez. La copia que estaba en Los Pinos era de Enrique Delauny, de 1889, y fue la que Fox sacó de la residencia faraónica de los presidentes del viejo régimen. Felipe Calderón no la regresó y estuvo en alguna pared de la Secretaría de Gobernación de Santiago Creel, atrás de las edecanes jovencitas que recibían como hostesses.
Pero esta semana nos enteramos que la terminal del aeropuerto internacional Benito Juárez que mandó construir Vicente Fox cuando no pudo expropiarle las tierras de Texcoco a los agricultores de San Salvador Atenco se está viniendo abajo. Lo dio a conocer el propio Presidente López Obrador en la conferencia mañanera del pasado 27 de julio: “De que estuvo mal hecho, no hay duda. Ya hay partes en donde se levantaron por completo los pilotes, la cimentación. Es hasta para ordenar una auditoría técnica, administrativa, lo que tenemos que resolver es cómo evitamos que se derrumbe y que haya desgracias. Una posibilidad es hacerlo de nuevo, porque sí es una falla estructural grave. Hay hundimientos diferenciales. Lo otro es apuntalarlo. A lo mejor no se cierra y lo que se hace es que se apuntala para proteger a la gente. Voy a pedir a los técnicos que veamos la posibilidad de que se apuntale y que ya hacia adelante otra autoridad, otro gobierno, ya tome una decisión de fondo, por lo que significa para nosotros ya de inversión, y no quiero dejar nada inconcluso, pero estamos analizando la posibilidad que hay.”
Vicente Fox había anunciado la Terminal 2, que transportó apenas el año pasado a 36 millones de viajeros, que era una obra que solucionaría la saturación en el aeropuerto Benito Juárez por, al menos, medio siglo. Seis años después ya estaba al límite de su capacidad, se le declaró saturada por la Secretaría de Transportes, y hoy sabemos que se hunde por estar mal hecha. Su construcción fue responsabilidad tanto de Fox en 2004, cuando se inició, como de Felipe Calderón en 2008, cuando se inauguró con año y medio de retraso, a pesar de que la Auditoría Superior de la Federación le avisó que tenía fallas estructurales y problemas de cimentación. Que se hundía, para acabar pronto, 30 centímetros al año. En el sexenio de Peña Nieto no se invirtió en mantenimiento y se dejó hundir en el fango del lago de Texcoco que muchos no creen que existe debajo de la Ciudad de México. El Secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, émulo de Richard Gere, aseguró en 2014 que, para que no se viniera abajo, habría que invertir mil millones de pesos cada año. Pero en los seis años del peñismo sólo se le invirtieron mil 700 millones. Se dejó morir la Terminal 2 del Benito Juárez porque ya existía el gran negocio del grupo Atlacomulco del Estado de México, el megaproyecto del aeropuerto en Texcoco, en una zona todavía más fangosa del lago. Después del terremoto de 2017, que le derrumbó edificios a la inmobiliaria de la Alcaldía Benito Juárez, la estructura de la Terminal 2 del aeropuerto también se dañó, pero Peña Nieto lo dejó pasar y sólo le presupuestó 120 millones de pesos para ponerle un parche a las pistas de salida. Hoy es una infraestructura peligrosa, hundida en la corrupción de los gobiernos panistas, el de Fox y el de Calderón que se gastaron en su construcción 8 mil 567 millones de pesos, que son de deuda con cuatro bancos privados. Es decir, estamos pagando todavía lo que ya se está hundiendo.
Sabemos por un reportaje de Anabel Hernández publicado en 2004 que, durante el Gobierno de Vicente Fox, la asesora de protocolo y Comunicación Social de la Presidencia, en especial de la parte de Martha Sahagún, Rebeca Moreno, una ingeniera de la Universidad Panamericana, tuvo “unas vibraciones” que le indicaron, con voces de ángeles en la cabeza, que el retrato de Benito Juárez en Los Pinos tenía una maldición que obstaculizaba la Presidencia de Acción Nacional. Relata en su diario Rebeca Moreno después de tomar ayahuasca en Los Pinos: “Surgió ante mí nuevamente Carlota llorando y el León Dorado se transformó de pronto en Juárez. No quiero decir que Juárez fuera el León Dorado, pero tenía toda la influencia negativa en su momento. Juárez sabía todo y en su tumba están las claves de lo maligno”. Después de esa “visión” esotérica, el retrato salió durante dos sexenios de la casa presidencial pero, ahora, parece regresar a vengarse.
Pero no son las magias ocultas las que tienen a Acción Nacional hoy en las redes de lugares que tienen que ver con el Benemérito de las Américas. Es su corrupción, su falta de republicanismo, de su visión imperial que reivindica a Carlota y Maximiliano, y a Iturbide y Porfirio Díaz. No es esoterismo, es la traición a la confianza social depositada en ellos, la responsable. Y, sí, su anti-juarismo, no como conciencia alterada que lo percibe como un demonio, sino como práctica política de seguir beneficiándose personalmente del dinero publico, del engaño a los electores, de la delincuencia organizada desde los cargos que les hemos encomendado. Esa es la venganza de Juárez.