Los unos y los otros
Por Alejandro Páez Varela
Quizás las albercas llenas y el pasto verde se vean lindos; quizás no es tu responsabilidad dar consuelo a la familia de un policía caído; quizás el liberalismo nos inculcó ser individualistas y algo imbéciles.
Uno:
Algunos en México se asombraron (y se molestaron), hace unos días, cuando la Unidad de Inteligencia de The Economist colocó a Monterrey en su ranking de las mejores ciudades para vivir en América Latina, justo cuando sobrevive una crisis profunda de agua para consumo humano. Pero en todo caso habría que agradecer la honestidad de una revista favorita de la élite global, que defiende como suyos los principios de la economía de mercado. Los barrios de las minorías ricas en Nuevo León, como San Pedro, sí son los mejores no sólo de México, sino de todo el subcontinente. Claro, hay que tapar con una mano todo lo demás en el estado.
En esos barrios no falta agua para beber y sobra para las albercas, y gratis, de acuerdo con Agua y Drenaje de Monterrey: la mitad del líquido que se usa en –por ejemplo– el municipio de Juárez para que sus cachorros naden y para que sus jardines floreen ni siquiera se factura porque se extrae directamente del subsuelo, aunque pertenezca a la Nación, según esta dependencia, y aunque el resto del estado se encuentre en una crisis hídrica de proporciones casi bíblicas.
A mí me sirve mucho The Economist porque habla al interior de esa élite. Y este es un buen ejemplo: imagínense a las niñas y los niños de la crema regia felices, dando acelerones a sus Porche por aparecer en la lista. Y me parecía notable cuando, ya en el ocaso del sexenio, zarandeaba a Enrique Peña Nieto. Ese tipo fue, como pocos, uno de los suyos. Era regaño entre ellos. La revista, junto con otras publicaciones influyentes, presionaron para que se abriera el sector energético mexicano y cuando lo lograron, lo aplaudieron. Así que era notable cuando zumbaba a Peña porque la publicación es reconocida en la élite como su guía ideológica, y entonces si le pegaba al Presidente mexicano, después de considerarlo la luz de sus ojos, era porque realmente se lo merecía.
No es que The Economist pierda perspectiva: es que ve lo que quiere ver, y de antemano hay que saberlo así. Como Mario Vargas Llosa aplaudiendo a Keiko Fujimori: ¿quién podría esperar otra cosa de alguien que vive entre cócteles, jets, mansiones y monarcas, hoteles de súper lujo, la FIL de Guadalajara y las premiaciones? O como Samuel García quejándose porque se le pide que resuelva el problema del agua: ¿qué esperar de un tipo educado por la élite regia y que llegó al poder (como los últimos gobernadores) elegido por esa misma élite regia?
¿Pues qué no leen The Economist?, podría responder el señor García, enojado, a los pobres y a los de clase media que piden agua. Argumentará que las albercas están llenas en sus barrios; que él y los suyos viven en un lugar de ensueño, según la revista. Y en el fondo, su razonamiento es congruente con él y con la élite. Pero pierde perspectiva y él no debe permitírselo: es cierto que lo eligieron los multimillonarios regios, pero fue con votos de esos otros que tienen sed, que se creyeron las campañas ingeniosas en Instagram y en TikTok y que, engañados, responden con mentadas. Y aunque pueden reclamarle, él ve natural responder que “lo culpan de todo”.
“Ahora resulta que también es mi culpa que no haya luz, ahora la mentada de madre me llega porque no hay luz. Como si yo manejo la CFE. Ahora resulta que la mentada de madre es porque no hay agua. Como si a mí me toca el abasto del agua. ¡Pues no, señores! El abasto de agua le toca a Conagua, el abasto de luz le toca a CFE”, dijo el Gobernador de Nuevo León en un estallido reciente. Dicho en otras palabras: no me culpen y que se encarguen de la luz y del agua de las masas los que atienden a las masas: CFE y Conagua; acá, en mi barrio, tenemos luz y agua de sobra. Y gratis, hasta para llenar albercas.
Claro que no le habría levantado la voz a los industriales de Nuevo León si se quejan porque no tienen luz, o agua. Se quedaría sin empleo y hasta una probadita de cárcel le toca. Como le tocó a Jaime Rodríguez Calderón, por insolente y por bronco con esos que lo eligieron con votos de las mayorías manipulables.
Dos:
Nadie debería negar lo que Claudio X. González ha hecho por la oposición.
Primero, le regresó al alma al cuerpo: ninguno de los dirigentes tuvo la iniciativa de que juntos podrían hacer más en las elecciones posteriores al 2018, y ninguno se movió para lograrlo. El acercamiento es obra de él y de Gustavo de Hoyos y, la verdad, hasta es ingrato Jesús Zambrano al maltratarlos verbalmente (aunque todos saben que se doblará ante ellos apenas se requiera). Segundo, Equis González les impuso metas ambiciosas: buscar controlar la Cámara de Diputados en 2021 y mantener las gubernaturas que tenían, en ésa y en las elecciones sucesivas. Y nadie puede negar que (tercero) es él quien les ha buscado un denominador común o, puntualmente, un proyecto alternativo de Nación al que propone el lopezobradorismo.
Es cierto que las cosas no salieron como esperaban; que el PRI se enfrenta a su desaparición y que el PRD es un muerto que camina; que el PAN tuvo avances en la capital mexicana (por azares del destino: el accidente de la Línea 12 y las traiciones internas en Morena) y básicamente ha logrado mantener, sufriendo, algunas posiciones históricas. Pero eso no quita que el multimillonario no hiciera el esfuerzo y si son honestos en el bloque opositor, el señor no dirigió las campañas ni los partidos y deberían agradecérsele la estrategia, no culpársele de ser el artífice de las derrotas.
Tampoco deberían culparlo por lo que representa. Es cierto que ha sido presa fácil de las críticas porque es lo que es: el representante de una élite que fue echada del poder en las elecciones de 2018; alguien que estuvo, como su padre, cerca de los presidentes; un hijo del privilegio, de una familia producto de las concesiones del Estado. Y quizás en un momento disfrutó decidir, por ejemplo, la Reforma Educativa de Videgaray, Nuño y Peña; quizás durante algunos años fue interesante ganarse un nombre utilizando organizaciones supuestamente civiles y disfrazándose de “periodista”, con Mexicanos Contra la Corrupción, para presionar a sus contrincantes.
Pero si la oposición no estuviera en la lona, no se habría visto obligado a participar abiertamente en política; se remangó y metió las manos a ese lodo oscuro, maloliente y aceitoso. No que el mundo empresarial, sobre todo en el que se mueve, no mete la mano en política o no huela feo; mete la mano, por supuesto, y huele feo. Pero es desde el anonimato. Es más cómodo, de lejitos. Pagas a un puñado de intelectuales a que dirija campañas de odio, financias ideas antidemocráticas de otros. En fin. Ya se sabe eso. Ahora da la cara por sus palabras, sin los filtros pagados con dinero de otros, y sí es otra cosa. Se ha puesto en los ojos críticos de los que no puede comprar.
Si la oposición no estuviera en la lona, estoy seguro, la élite detrás del señor Equis González no se habría aventurado a empujarlo a esos terrenos cenagosos. Era más simple cuando le pagaba a los intelectuales por hacer el trabajo sucio. A intelectuales, medios y periodistas. El señor Zambrano no debería ser tan malagradecido. El hijo del multimillonario podría estar como ha estado siempre, cómodo, pero sin reflectores que lo hacen ver como realmente es. No creció hasta ser presidenciable, si no lo postularían. Pero ha hecho lo que puede. No lo culpen.
Tres:
A veces no hay manera de no culpar a los que ejercen cierto poder, y la realidad es terrible y no distingue detalles. Le pasó a Javier Mendoza Márquez. El 10 de agosto pasado, un policía fue asesinado en Celaya, la ciudad de la que es Alcalde. Le dispararon a quemarropa. Y luego los ciudadanos sufrieron otra muestra de violencia, esa misma tarde, cuando los criminales quemaron dos camiones de pasajeros. Mendoza Márquez respondió a las familias con un “no me toca”. No me toca, dijo, resolver ese tipo de violencia. Atento de las Leyes y estricto en su aplicación, aseguró con razón que el homicidio no era de su incumbencia.
“Lamentablemente aún cuando no es competencia de nosotros, no es competencia del municipio; todo lo que es ese tipo de delincuencia es otra competencia, no nosotros”, dijo. Terrible para la familia del pobre policía. Terrible para las familias de otros 24 elementos más que han sido asesinados y para las víctimas de al menos cuatro masacres en lo que va del año en esa ciudad. Y también terrible para él. Apenas una semana después esperaron a su hijo afuera de una farmacia y lo mataron. Al hijo del Alcalde, lo mataron. Descanse en paz y que Javier Mendoza Márquez y su familia encuentren paz y resignación, como todas las familias víctimas de la violencia sin control que se vive en Guanajuato.
No deberíamos dejar ir esta lección. Todos debemos aprenderle algo o estamos obligados a repetir al infinito las tragedias. Desde el Gobernador panista, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, hasta el último funcionario estatal se mantienen repitiendo lo que dijo el Alcalde: que una parte de la violencia en Guanajuato no es de su incumbencia. Pero lo es. Incluso mía. Todos estamos obligados a no cerrar los ojos; hasta el último ciudadano de ese estado o de este país estamos obligados a buscar respuestas. Y sobre todos, los gobernantes están obligados a buscar soluciones, no justificaciones. Porque hay de dos: o los criminales no saben de esferas de competencia o las saben tan bien que escogen por dónde colarse, en dónde transformar la paz en miseria. La familia del pobre policía lo sabe; ahora también lo sabe el Alcalde de Celaya.
El problema no es de The Economist por seleccionar a su público y por hablarle de lo que le viene en gana. El problema es del que se cree lo que dice como verdad única. El liberalismo económico, que tanto impulsa esa revista, secó Monterrey mientras la ambiciosa élite se llenaba los bolsillos… y sus albercas.
Nadie debería culpar a The Economist o a cualquier otro medio de derechas por buscar el beneficio de un puñado. No deberían culpar a Claudio X. González por ser hijo del privilegio o por buscar el beneficio de su élite. Son lo que son, y ya. Pero los demás (García, Zambrano, Cortés, Moreno, Mendoza y Rodríguez) deberían entender que la política es el compromiso de servir al otro, no servirse del otro. Y si entienden eso, quizás comprendan que todo es de su incumbencia, todo, porque si se tiene vocación de servicio, los unos y los otros no vivimos mundos separados.
Quizás las albercas llenas y el pasto verde se vean lindos; quizás no es tu responsabilidad dar consuelo a la familia de un policía caído; quizás el liberalismo nos inculcó ser individualistas y algo imbéciles (ver Monterrey como un paraíso porque diez familias viven bien es imbécil). Quizás enriquecerse como Equis González sea el modelo que todos anhelan.
Pero a veces voltear a un lado puede ser gratificante. El que está junto a ti es de nuestra competencia, porque la vida que es la vida y muchas veces se encarga de regresarnos lo que lanzamos, con menosprecio, para arriba.