Cambiar estrategia de seguridad sin saber a dónde
Cada día se suman declaraciones que están exigiendo que el Gobierno federal cambie su estrategia de seguridad pública para abandonar el territorio de la construcción de la paz o “abrazos, no balazos”, pero nadie todavía ha podido configurar una propuesta alternativa.
Lo paradójico es que todos los críticos de la estrategia actual habían repudiado en su momento el modelo Felipe Calderón-Enrique Peña Nieto de confrontar directamente a las bandas criminales y descabezarlas, sin que se hubieran logrado su desarticulación.
A partir del asesinato de dos sacerdotes, la comunidad jesuita está exigiendo un cambio en estrategia de seguridad, pero sin plantear algún otro camino; lo paradójico es que la única opción ahora es regresar a la narcoguerra que no le hizo ninguna mella a la estructura de funcionamiento de los cárteles.
El esfuerzo más concreto para una reorganización de la estrategia de seguridad ocurrió en agosto de 2008, cuando el presidente Calderón aprobó un Acuerdo de Seguridad de 74 decisiones reales para modificar la estructura judicial del país y planteó inclusive fechas perentorias, pero a la vuelta de tres meses nadie se acordó de esos compromisos.
La sociedad mexicana está exigiendo conocer cuáles son las propuestas alternativas de los críticos del modelo de construcción de la paz, pero hasta ahora todo ha quedado en críticas estridentes e ineficaces y en la falta de iniciativas de organizaciones sociales para construir nuevas formas de acotamiento de la delincuencia desde las células básicas de la sociedad.
Al final de cuentas, las críticas a la estrategia gubernamental de seguridad sólo fortalecen a los grupos delictivos que se aprovechan de los desacuerdos políticos y sociales.