¿Y los demás, qué?

Se han multiplicado las columnas, artículos y entrevistas comentando el nombramiento de Leticia Ramírez al frente de la SEP. Menos atención mediática han tenido los balances de los 18 meses de Delfina Gómez al frente de la Secretaría; es claro que hay pifias, ausencias, limitaciones y errores que es urgente abordar, remediar y remontar.

Los excesos discursivos del Presidente, con la temeraria -rayando en deplorable- afirmación de que “vamos muy bien en educación”, o de la actual titular, asumiendo que ‘Aprende en Casa’ fue una estrategia no sólo buena, sino hasta ‘buscada’ por otros países (aquí sí yo tengo otros datos: para empezar los de Unicef/Unesco/WB, en sus reportes de diciembre de 2021 y de junio de 2022, el estudio de Coneval presentado hace tres semanas demuestran precisamente lo contrario:… ¿puf!, algo así como la afirmación de que el Himno es el segundo mejor del mundo o alguna otra fantasía autorreferente) son de una falta de criterio y de ausencia de autocrítica monumentales.

Los cuatro ‘logros’ del régimen son cuestionables y ajenos al derecho a aprender de niñas y niños: la llevamos bien con los maestros (falso: sí hay paros, están agraviados por la falta de pagos y la incapacidad de Usicamm de resolver con justicia las promociones, y ahora estarán sobrecargados con programas mal cocidos que les van a caer como cascada de tareas adicionales, sin inversión económica para su formación); los programas y libros serán mejores (hoy, unos son unos bocetos, y los otros serán ‘armados al vapor’ para quedar bien con el Presidente y mandarlos a las escuelas en agosto de 2023, de manera que el piloto será justificatorio pero no muy auténtico); La Escuela es Nuestra podrán decirlo proveedores asignados y funcionarios de bienestar, pero no las niñas a quienes despojaron de alimentación en la escuela y horario ampliado; más becas, pero de montos cutres, que no se focalizan en la realidad (una niña de contexto rural y de identidad indígena requeriría al menos 3500 pesos mensuales, de modo que en la Ciudad de México se dejaran de dar plásticos promocionales a estudiantes que no requieren el subsidio), becas que se fondean a costa de romper los programas institucionales para alumnos con discapacidad, migrantes, asistencia técnica a la escuela, y que son tenues subsidios a las familias buscando su lealtad con la marca. Ganan los adultos favoritos del régimen, pierden niñas y niños.

La SEP no pinta para mejorar rápido y escalar en capacidades, profesionalismo, transparencia, colaboración e identidad propia; corre, por el contrario, el riesgo de ser ventanilla para recibir peticiones que no va a atender, y bocina de ideología sin propuesta pedagógica aterrizada. Pero aún si la secretaria fuese la combinación de virtudes y experiencia de Torres Bodet y Montessori, los demás no debemos rehuir el bulto de lo que nos toca ante la emergencia.

Para empezar, los legisladores deben tomar en serio su mandato constitucional: los de las minorías, ser menos oportunistas y más serios y sistemáticos para el control democrático del Ejecutivo, y los de las mayorías recuperar la dignidad de garantes de derechos de las niñas y niños, y dejarse de conducir como infantería de la presidencia. El Poder Judicial debe dejar su tardanza y laxitud, pues urge su intervención contundente para zanjar amparos y controversias constitucionales que corrijan la larga cadena de incumplimientos y violaciones de derechos humanos que arrastra la SEP.

Con esta SEP, invasiva, vertical e insolente (la de otros periodos no cantaba mal las rancheras), a los gobernadores y secretarios estatales les da por nadar de muertito y no reclamar por los despojos que sufren en lo presupuestal ni por el brete en el que los deja con familias y docentes la cancelación de programas y las decisiones de ocurrencia, sin consulta y planeación compartida. Tienen atribuciones, no pocas, y algunos han demostrado que sin tantos recursos y la colaboración de municipios, universidades y la sociedad civil pueden realizar proyectos sólidos y de impacto.

Por último, quienes estamos en sociedad civil tenemos una grave responsabilidad. No podemos dejar de pronunciarnos, con valentía. Pero ello exige rigor y amplitud. Buena parte de las ‘críticas’ al marco curricular se hacen sin leer los documentos, o con un atrincheramiento tan retórico como el que se pretende cuestionar. El reto que hay que lanzar a la secretaria es doble: A) acento en lo importante -recuperación y fortalecimiento en la experiencia de aula- y no en lo vistoso y escandaloso -los libros del caudillo, por un lado, y por el otro B) la promesa de la más leal e intensa resistencia a aquello que conculque los derechos de las niñas y niños, junto con la mejor y más dedicada colaboración en aquello que los restituya y los promueva.

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