Derrotas

Por Francisco Ortiz Pinchetti

“Quedó claro el miércoles que el PAN y el PRD pueden llegar a un entendimiento con un sector del PRI que abiertamente está en contra de Alito y sus posturas”.

Alegará don Alejandro Moreno Cárdenas, el famoso Alito, que lo ocurrido este miércoles en el Senado ya no es cosa suya. Él cumplió cabalmente, en tiempo y forma, su compromiso de impulsar una propuesta para que las fuerzas armadas permanezcan en las calles por cuatro años más, hasta 2028. Tal como se lo pidió el señor de Palacio Nacional. También cumplió puntualmente su promesa de que la bancada priista en la Cámara de Diputados votaría a favor de esa reforma.

Con eso pagó el presidente nacional del PRI el precio de ser prácticamente exonerado ipso facto de la canasta de delitos que le endilgó la Procuraduría de Justicia de Campeche, presuntamente cometidos durante su gestión como gobernador del Estado. Y de quedar a salvo del procedimiento de desafuero que ya estaban a punto de iniciar en su contra los diputados de la mayoría morenista en la Cámara Baja, celosos como siempre de la aplicación irrestricta de la ley a los corruptos.

Judas cumplió a cabalidad, con el beneplácito del Presidente de la República. No sólo auspició que Andrés Manuel contara con un instrumento que le es indispensable ante el fracaso de su política contra la inseguridad en el país. Y algo más importante, de cara a las elecciones presidenciales de 2024: se prestó para provocar la ruptura de la alianza opositora.

Alito en efecto traicionó a sus propios compromisos, firmados, de mantener una veda legislativa adoptada por la coalición Va por México. Le valió madre quedar como un traidor, con tal de salvar el pellejo. Lo hizo por supuesto con plena conciencia del servicio valiosísimo que hacía al Mandatario, para dinamitar a la oposición unificada.

Sin embargo, eso ya no es asunto suyo, en el Senado las cosas no salieron como estaba previsto. A pesar de las amenaza, las presiones y la compra de voluntades, como ocurrió con el traicionero senador panista por Yucatán, Raúl Paz Alonso, el bloque opositor sobrevivió, y yo diría que salió fortalecido. La participación activa y decidida, combativa, de los senadores del Movimiento Ciudadano y del Grupo Plural fue clave en la victoria del llamado Bloque de Contención. Y pararon la militarización, al menos por ahora.

Pese a recurrir a todas los recursos posibles, lícitos e lícitos, ni el secretario de gobernación, Adán Augusto López Hernández, ni el coordinador de los senadores morenistas, Ricardo Monreal Ávila, ni el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval González, ni el propio Alito, consiguieron los votos suficientes para alcanzar la mayoría calificada requerida para la reforma del artículo quinto transitorio constitucional.

Caso patético –y finalmente ejemplar— el del senador sinaloense Mario Zamora Gastélum, que recibió presiones hasta del embajador de México en Madrid, del gobernador de su estado, de Adán Augusto y de todo el aparato del PRI en Sinaloa para que sumara su voto a favor de la reforma. Resistió todo. Dijo no y se mantuvo. Y en el colmo del cinismo, ¡su amigo Alito lo felicitó por su digna actitud!

Ante la evidente –e inminente– derrota que significaría la votación en el pleno, a mitad del debate, Monreal Ávila tuvo el tino de retirar el dictamen a discusión a favor de la militarización, precisamente para salvar de un rechazo definitivo la intención presidencial, como ocurrió con la reforma eléctrica.

Con un tropiezo en el procedimiento con el que se sometió el oficio en el que se solicitaba la devolución del dictamen a comisiones, problema superado con un descarado acto de mayoriteo, logró el legislador zacatecano salvar el honor. El mentado dictamen quedará por ahora en la congeladora, en espera de que las habilidades persuasivas del propio Monreal Ávila, del titular de Gobernación o del mismísimo Andrés Manuel permitan contar con los votos indispensables.

Frente a la derrota que sin duda significó para él el episodio del Senado, sin embargo, consciente de las dificultades que como se hizo evidente existen para conseguir esos mágicos votos, el Presidente ya busca alternativas. Por lo pronto, ha tenido que ceder: lejos del “no le cambien ni una coma”, aceptará que la propuesta sea modificada. De hecho, ya senadores del PRI y Morena acordaron abordar los posibles cambios para un nuevo dictamen.

Independientemente de que encuentre o no la manera de obtener el permiso para que los militares sigan a cargo de la seguridad pública por un plazo que va más allá de la terminación de su mandato, su objetivo secundario, López Obrador enfrenta un problema mayor: con la derrota en el Senado fracasó su intento de quebrar la alianza opositora.

Eso es para él lo más grave.

Me parece que ahora se abre la posibilidad de que la coalición se reagrupe y fortalezca. Quedó claro el miércoles que el PAN y el PRD pueden llegar a un entendimiento con un sector del PRI que abiertamente está en contra de Alito y sus posturas. Y no se ve lejos ahora la posibilidad de que al bloque opositor de sumen el Movimiento Ciudadano y el Grupo Plural, además de algunos legisladores independientes. Probaron su fuerza juntos. Ganaron. Y hoy pueden encaminarse por fin hacia ofrecer una alternativa electoral viable. Válgame.

DE LA LIBRE-TA

¿COMPLOT? Vuelven los adversarios neoliberales al ataque. Primero, la revista médica The Lancet publicó que Andrés Manuel se cuenta junto con Donald Trump de Estados Unidos y Jair Bolsonaro de Brasil, entre los tres presidentes más irresponsables del mundo frente a la pandemia, y en su informe titulado Lecciones de la pandemia del COVID-19 para el futuro colocó a México como el país con más alto índice de fallecimientos en el orbe, al registrar cinco mil 723 muertes por Covid-19 por cada millón de habitantes. Y luego, casi simultáneamente, el periodista Jorge Ramos exhibe al tabasqueño en plena conferencia matutina de Palacio Nacional como “el Presidente con más muertos en la historia”, al mostrar cifras oficiales según las cuales durante los primeros cuatro años de su gobierno van ya 126 mil 206 homicidios dolosos, lo que supera a los 124 mil 478 de Enrique Peña Nieto y a los 121 mil 683 del sanguinario Felipe Calderón Hinojosa. Qué casualidad, ¿no?

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