El baile de las «corcholatas»
El título de esta columna es inadecuado: no hace justicia al despliegue de creatividad, a la chispa propia de los que son uno con el pueblo, que ya sabemos que es festivo y desenfadado. O sea, no hace justicia a las corcholatas, que están en campaña y no nos dan un día aburrido.
No sé cómo ha decidido trabajar en pos de la presidencia cada una de ellas, salvo por el hecho evidente de que siguen una estrategia de fusil de repetición: rociar metralla auto propagandística sin descanso. Bueno, ya hemos visto lo que eso significa. Ignoro si, antes de invertir en asesores españoles, la jefa de Gobierno se rodeó de su equipo juvenil –esa muchachada que empezó a trabajar a los 44 y celebrará sus 50 primaveras con el triunfo en 2024– para diseñar su estrategia de redes. Sospecho que sí, y que en el war room del Covadonga le dijeron: “Tienes que soltarte. Esa simpatía que conocemos los que te rodeamos, esa onda festiva y cool, tienes que proyectarla en redes. Deja que la ciudadaníe conozca a la Claudia más cercana, más entrañable”. Resultado: la jefa se sube a una cuatrimoto y se convierte en la “motoclau”, la jefa presume el conciertazo de una banda de narco corridos y violencia de género, la jefa toca la guitarra y canta a Juanga, no sé si para que veamos que no todo en la 4T es el Valium de Silvio Rodríguez. ¿Ha funcionado? Bueno, sí, en la medida en que aceptemos que no hay tal cosa como una mala publicidad: anda en boca de todes.
Nuestro canciller, mientras, lo ha hecho mejor, no sé si porque, en vez de a la muchachada del Covadonga, apeló a una de esas empresas que te cobran una fortuna por decirte lo mismo que la muchachada del Covadonga, o sea que estés en redes 24/7, pero con una “narrativa”. Bien ahí, aunque, si puedo darle un consejo: secretario, renegocie a la baja con la empresa que le armó la narrativa. Digo, no hay narrativa que aguante una selfie en el funeral de la reina o el plan para Ucrania “Miss Universo 2022” que el Presidente le hizo presentar en la ONU, y que llevaba bien clarito el sello de “por debajo del radar”.
No, las corcholatas no se limitan a bailar. Hay una, de hecho, que lo evita rigurosamente. Me refiero a Adán Augusto, que sigue una estrategia de vieja escuela, nada TikTok, que consiste en una viril, contenida campaña de amedrentamiento y oferta de embajadas contra la oposición. Igual funciona. Igual el jefe de Bucareli entiende que, en la nueva democracia mexicana, para llegar a Palacio el único que tiene que verte es el Presidente.