Los motivos de Tatiana
Por Jorge Zepeda Patterson
“Más allá de abrazos de despedida o ausencia de ellos, me parece que Tatiana Clouthier seguirá jugando un papel relevante entre los grupos que buscan un cambio en el país”.
No han trascendido las razones para la renuncia de Tatiana Clouthier como Secretaria de Comercio, pero no son difíciles de adivinar; había diferencias con respecto a Palacio Nacional sobre la negociación con Estados Unidos por las controversias emanadas del Tratado Comercial y otras con respecto a la política de promoción comercial e industrial o de la relación que ella llevaba con los empresarios. Nada que llame a sorpresa, considerando el contraste de trayectorias, militancias pasadas y contexto ideológico entre el Presidente Andrés Manuel López Obrador y la regiomontana de origen sinaloense. Lo sorprendente, más bien, es el hecho de que hubieran consolidado un vínculo político de naturaleza tal que la llevaron a convertirse en directora de la campaña presidencial y luego a formar parte de su gabinete.
En estricto sentido, Tatiana Clouthier nunca fue obradorista ni el propio tabasqueño exigió que lo fuera, lo cual a mi juicio habla bien de ambos. Los relacionó el deseo de sumar esfuerzos de cara a un cambio político con respecto a lo que habían ofrecido el PRI y el PAN en los últimos años. Para Tatiana el movimiento encabezado por López Obrador constituía (constituye) una opción realista, que si bien no coincide cabalmente con su agenda en lo personal, era la única que tenía posibilidad real de alcanzar el poder, con la ventaja de que empataba con algunas de sus propias banderas: el combate a la corrupción, el fin de gobiernos suntuarios, el embate en contra de la desigualdad, entre otras.
Por su parte, para López Obrador la inclusión de Clouthier, como el de varias otras personas como Alfonso Romo u Olga Sánchez Cordero (cada caso con sus propios matices), ofrecía la ventaja de tender puentes a otros segmentos de la clase política y empresarial respecto a los que él tenía escasa relación. En el caso de Tatiana, nadie esperaba que este mutuo interés llegase al grado de concretar en un ofrecimiento como el de la coordinación de la campaña, habida cuenta de que se trataba de una recién llegada al movimiento. Y si bien es cierto que funcionó más como una representación institucional y de relaciones públicas, que como una directora de estrategia y logística, no deja de ser notable la apertura de ambos para concretar una posición que exigía tanta confianza.
La disposición de Lopez Obrador para atraer a personas que no pertenecen a su corriente no se limitó exclusivamente al interés de atraer votos el día de la elección. La incorporación de algunos de ellos a su gabinete partía del respeto que el Presidente les ha tenido por su capacidad y honestidad, aunque estaba muy consciente de que no eran personajes totalmente integrados a su programa y a sus convicciones ideológicas y políticas. Le bastaba que estuvieran de acuerdo en lo esencial y partía de una confianza en los atributos de la o él funcionario. Contra lo que se cree, el Presidente no deseaba tener meros peones en las distintas carteras, aunque también es cierto que en todo aquello que le interesa personalmente no descansa hasta que se hace como él lo pretende. Pero en el marco del conjunto de la administración pública, se trata de un puñado de temas, al margen de los cuales los titulares de dependencia tienen en realidad bastante margen de operación.
Aunque aquí habría que introducir un largo paréntesis. Que exista un margen de operación con respecto al Presidente no significa que actúen con plena libertad. Gobernación, Hacienda, Comunicación Social o anteriormente la Consejería Jurídica, entre otros, construyen un marco restrictivo a través de subsecretarios impuestos, presupuestos ajustados o lineamientos y normatividades enviadas desde operadores de Palacio Nacional. Por no hablar de la inevitable influencia cortesana, de aquellos que gozan del oído presidencial con mayor frecuencia que otros, para “grillar” a favor o en contra de los planes de algún miembro del gabinete. Algo que, en realidad, es consustancial a toda forma de Gobierno desde que el hombre vive en comunidad.
La salida de Tatiana Clouthier tendría que ver con la interacción de al menos tres factores. El principal, el hecho de que varios temas de su cartera de trabajo terminaron cruzándose en la agenda de prioridades del Presidente. La controversia sobre el Tratado con Estados Unidos y Canadá es un imprevisto que obliga a intervenir a la Secretaría de Comercio pero en condiciones severamente limitadas por los criterios de Hacienda, del gabinete de energía, de la SRE y, sobre todo, de Presidencia. Una situación por demás incómoda para quien tiene que negociar y dar la cara frente a terceros. No es fácil subordinar a las propias opiniones de fondo y de forma frente a tales exigencias. El T-MEC no es el único caso, pero sí el más relevante. La política de promoción económica, las asignaciones presupuestales a determinados programas y no a otros, la relación con sectores empresariales que el titular tiene que hacer a contrapelo de las decisiones de otras porciones del Gobierno.
Un segundo tendría que ver con el desgaste acumulado de un miembro de un Gobierno que participa por sus convicciones no por su incondicionalidad. Al margen de sus propias tareas, hay decisiones que no se comparten, líneas de acción que se desaprueban, opiniones divergentes. Algo que dificulta la identidad con el grupo más cercano al soberano.
Lo cual nos lleva al tercer factor. La sensación de fin de sexenio introduce un sentido de urgencia que suele radicalizar posiciones. La Presidencia entiende que los siguientes meses constituyen la última oportunidad para consolidar sus proyectos; una priorización que termina por subordinar o minimizar todo lo que resulta ajeno a ellos. Un contexto muy poco favorable para todo aquel que no forma parte del núcleo esencial, sobre todo porque ese grupo observa con mayor distancia a lo que no constituye una preocupación central del Presidente.
La separación de Tatiana Clouthier del Gobierno de López Obrador me parece menos el resultado de una crisis o un divorcio explosivo y más bien un proceso natural y hasta cierto punto explicable entre dos maneras de entender la política; fueron compañeros de viaje hasta donde resultó prudente. Ello explica la actitud gentil e, incluso, agradecida, con la que ella se retira, consciente de que salir del campo en la séptima entrada de un partido de béisbol no significa que no vaya a ser protagonista en el del día siguiente. Algo que confirman los cálidos mensajes de despedida colocados en redes por los probables sucesores de López Obrador. Más allá de abrazos de despedida o ausencia de ellos, me parece que Tatiana Clouthier seguirá jugando un papel relevante entre los grupos que buscan un cambio en el país.