Norte y sur; xenofobia y clase política
Por Diego Petersen Farah
“Cuando el Secretario de Gobernación, los gobernadores, los senadores y el mismo Presidente no tienen límites en la descalificación se vuelve muy complicado generar una idea común de país y de futuro”.
La clase política mexicana está empeñada en una especie de concurso de estupideces. Pasamos del fallidos intentos de descalificaciones creativas, como una forma de dar peso y visibilidad al argumento, a vulgares insultos que van más allá de lo personal. Está bien que se insulten entre ellos, motivos les sobran, pero cuando la descalificación es por pertenecer a una región el país el chistorete se convierte en un acto discriminatorio.
El gobernador de Nuevo León, Samuel García, que no se distingue por ideas, dijo en una de sus desatinadas intervenciones hace algunos años que “en el norte trabajan, en el centro administran y en el sur descansan”, un cliché que estereotipa a los habitantes del país por regiones y que por supuesto pretende mostrar a los de la región del norte de México como moralmente superiores, a los del centro como burócratas improductivos y justificar la pobreza de los estados del sur a partir del estigmatizarlos como flojos. La declaración de García esconde una idea profundamente racista de que los indígenas, concentrados principalmente en los estados del sur del país, son pobres porque quieren, porque no trabajan.
El secretario de Gobernación, el tabasqueño Adán Augusto López, que ha decidido no desaprovechar oportunidad alguna para quedarse callado, respondió a aquel insulto con otro insulto, ahora a los norteños: “Pues lo que no saben es que nosotros somos mucho más inteligentes que ellos, y quienes se precian de ser inteligentes pueden hacer las cosas con menor esfuerzo, mejor y de mejor manera”. Nosotros y ellos. Los que son como yo y los diferentes. ¿Cayó en la trampa?, ¿no lo pensó? Haiga sido como haiga sido lo cierto es que en lugar de responderle al gobernador con el que está enojado terminó insultando a toda una región del país por quedar bien con sus paisanos.
El chauvinismo es una moda peligrosa. El argumento de los gobernadores ante la sordera y el desprecio que muestra el gobierno federal por las administraciones estatales es recurrir al regionalismo, actos de autoafirmación que fácil y rápidamente se convierten en descalificación del otro, en diferenciaciones tan absurdas como xenófobas. Es cierto, México es una suma de regiones, pero es la suma lo que nos da identidad.
¿Dónde ponemos el límite? Más aun, ¿quién pone el límite a los insultos de una clase política decidida a arrastrar al país a sus muy particulares inquinas, intereses y juegos políticos? Cuando el secretario de Gobernación, los gobernadores, los senadores y el mismo presidente no tienen límites en la descalificación se vuelve muy complicado generar una idea común de país y de futuro. El diálogo tendrá que construirse en otros escenarios y desde otras instancias porque, queda claro, la clase política ha renunciado a ello.