El retorno de Carlos Salinas
Por Álvaro Delgado Gómez
“Si la coalición Va por México fue el laboratorio para ensamblar y potenciar a los partidos tradicionales con la guía ideológica, (…) en esta segunda fase el polo conservador planea abiertamente ostentarse salinista y resolver la falta de liderazgos con sus figuras señeras del pasado”.
Esto se está poniendo bueno: Por fin, ya sin máscaras, está en marcha la reivindicación explícita del pasado neoliberal que los salinistas, zedillistas, foxistas, felipistas, peñistas, anayistas y emecistas habían aplazado por sus propios odios y ya se alinean, sin eufemismos, para ofrecerse a los mexicanos como la opción de futuro, con todo y sus literalmente viejas figuras.
Si la coalición Va por México fue el laboratorio para ensamblar y potenciar a los partidos tradicionales con la guía ideológica, todavía vergonzante, de los grupos de Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camin, en esta segunda fase el polo conservador planea abiertamente ostentarse salinista y resolver la falta de liderazgos con sus figuras señeras del pasado.
El PRI se atrevió a organizar, la semana pasada, una pasarela de personajes que reivindican desde el dinosaurismo echeverrista de Beatriz Paredes hasta el fanatismo neoliberal de José Ángel Gurría e Ildefonso Guajardo, con juniors de la talla de Claudia Ruiz Massieu, sobrina de Carlos Salinas de Gortari, Enrique de la Madrid, hijo del Presidente Miguel de la Madrid, quien instauró el modelo en México, y Alejandro Murat, primogénito del cacique de Oaxaca José Murat.
El acontecimiento de inicio de semana, definido como “Diálogos por México”, entusiasmó a la prensa de siempre: Qué talento, cuánta sabiduría, ellos sí saben cómo gobernar, clamaron. En el frenesí, los opinadores hasta olvidaron sus críticas a la edad y achaques del Presidente Andrés Manuel López Obrador, un año menor que la ciudadana Paredes, quien lamentablemente usa bastón y silla de ruedas.
El éxtasis de la opinocracia adicta al régimen prianista siguió el sábado cuando, desde España, Ernesto Zedillo y Felipe Calderón advirtieron de los riesgos del populismo y hasta de la inminente muerte de la democracia en México, lo que representa la irrupción no sólo de dos figuras clave del periodo neoliberal, sino de su instrumentación y discurso que rivaliza con el proyecto en curso que lidera López Obrador.
El anfitrión de Zedillo y Calderón fue Mario Vargas Llosa y su Fundación Internacional para la libertad –de cuyo consejo son miembros los mexicanos Pedro Aspe, Alejandro Ramírez, Salomón Zaga y Sergio Sarmiento– y también participaron en el cónclave en Madrid hayan sido José María Aznar, exjefe del Gobierno español, y el juez Sergio Moro de Brasil, autor del montaje ilegal que llevó a la cárcel a Lula, todos de una filiación ultraconservadora.
El cuadro mexicano habría estado completo si también hubiesen asistido Vicente Fox y Enrique Peña Nieto, quien vive a todo lujo en España, pero sobre todo Carlos Salinas de Gortari, la figura emblemática del modelo neoliberal instaurado en México por él desde 1982 como Secretario de Programación y Presupuesto de De la Madrid y que tuvo vigencia hasta 2018.
Por supuesto, la presencia de Salinas es manifiesta con su sobrina Claudia Ruiz Massieu en la pasarela del PRI, pero también con todas las figuras que buscan la candidatura presidencial de ese partido y del PAN, que a su vez tiene como uno de sus líderes al salinista Diego Fernández de Cevallos, la voz más recia desde ese partido contra López Obrador.
Esta segunda fase de lucha del polo conservador, creado por Salinas tras el fraude de 1988 con el PRIAN, el empresariado y los medios como parte del mismo proyecto, tiene el objetivo de reivindicar el legado neoliberal contra la “destrucción” del “populismo”.
Es muy positivo que se detone esta discusión pública sobre lo que ha sido y es cada proyecto.
Hablemos del Fobaproa, el mayor endeudamiento de los mexicanos en la historia del país; de la privatización del patrimonio nacional; del saqueo del presupuesto público y del enriquecimiento de funcionarios; de los fraudes electorales desde 1988 con dinero público, como el Pemexgate; de las masacres de Acteal, El Charco, El Bosque, Tlatlaya, Ayotzinapa…
Y que sea en México, no en España ni en Estados Unidos, la discusión entre los dos proyectos de nación que están enfrentados y que se hable del crecimiento del PIB en cada sexenio, incluido el -6.3% de Zedillo en 1995 y el -5.3% de Calderón en 2009, y claro el -8.2% de López Obrador en 2020.
En esta reivindicación pública y abierta del periodo neoliberal deben ser bienvenidos sus protagonistas y sus figuras, no sólo Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, sino prometedoras como Lilly Téllez, Gabriel Quadri, Ricardo Anaya, Francisco Javier García Cabeza de Vaca y Luis Donaldo Colosio.
Y de una vez que hagan a Salinas de Gortari el jefe de la campaña de 2024, que al fin es el creador de todos. Qué puede salir mal.