Marzo 4: los muy predecibles funerales del PRI
Por Pedro Mellado Rodríguez
Cumple 93 años y vive el acelerado proceso de degradación que le conduce a una muerte largamente anunciada.
Durante 72 años disfrutó de los privilegios de ser el brazo electoral del Gobierno en turno, hasta que sucumbió y perdió la Presidencia de la República en el año 2000, debido a sus errores, abusos, excesos, corruptelas y traiciones al llamado proyecto de la revolución mexicana, que se extravió en el frenesí neoliberal que lo alejó de los votantes.
Al perder identidad, el PRI también perdió base social y legitimidad. Lejos de los afanes que expresó su promotor y fundador el general Plutarco Elías Calles, en el mensaje político de su cuarto informe de Gobierno, el 1 de septiembre de 1928.
Estaba en proceso el nombramiento del Presidente interino Emilio Portes Gil, luego del asesinato del Presidente electo Álvaro Obregón, quien fue ultimado el 17 de julio de 1928 después de ganar la elección presidencial para el periodo 1928-1934.
Explicó Elías Calles: “Cuando el choque de las ideas substituya al clamor de la hazaña bélica; cuando, en fin, los gobiernos revolucionarios, si siguen siendo gobiernos porque representen y cristalicen en los hechos el ansia de redención de las mayorías, tengan el respaldo moral y legal de resoluciones legislativas (…) en que hayan tenido parte representantes de grupos antagónicos”.
“Que no sean sólo los hombres, como ha tenido que suceder siempre en la dolorosa vida política de México, hasta hoy, los que den su única relativa fuerza, estabilidad y firmeza a las instituciones públicas. Que elegidos los hombres por sus merecimientos o virtudes y por los programas sinceros que determinen su futura acción, sean las instituciones y el manto de la ley lo que los consagre y los haga fuertes y los envuelva y dignifique, lo que los convierta, por modestos que hayan sido, en reales personificaciones de la patria; personificaciones transitorias, pero respetadas y respetables; figuras convertidas por la voluntad nacional, en exponentes de sus necesidades, en símbolos vivos del país…”.
Seis meses después, el 4 de marzo de 1929, promovido por el expresidente Elías Calles, fue fundado el Partido Nacional Revolucionario, que en 1938, durante el Gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río, cambió de nombre a Partido de la Revolución Mexicana y finalmente, a partir de 1946, durante la administración del general Manuel Ávila Camacho, se denominó Partido Revolucionario Institucional.
Fue el Partido Nacional Revolucionario el que llevó al poder al general Lázaro Cárdenas del Río, quien el 18 de marzo de 1938 realizó la expropiación petrolera.
Señaló el mandatario que las compañías petroleras extranjeras “han tenido dinero (…) para la prensa antipatriótica que las defiende (…) Pero para el progreso del país, para encontrar el equilibrio mediante una justa compensación del trabajo, para el fomento de la higiene en donde ellas mismas operan (…) no hay dinero, ni posibilidades económicas, ni voluntad para extraerlo del volumen mismo de sus ganancias”.
Reprochó el Presidente Cárdenas: “Trabajo nativo pagado con exiguos salarios; exención de impuestos; privilegios económicos y tolerancia gubernamental, son los factores del auge de la industria del petróleo en México. Examinemos la obra social de las empresas: ¿en cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, una escuela o un centro social, (…) o una planta de luz, aunque fuera a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que desperdician las explotaciones?”.
Precisó Lázaro Cárdenas las razones éticas de la expropiación petrolera: “Es el interés social de la clase laborante en todas las industrias del país la que lo exige (…) Es la misma soberanía de la nación, que quedaría expuesta a simples maniobras del capital extranjero, que olvidando que previamente se ha constituido en empresas mexicanas, bajo leyes mexicanas, pretende eludir los mandatos y las obligaciones que les imponen autoridades del propio país”.
Este mismo partido, ya convertido en el PRI fue el que llevó al poder a Adolfo López Mateos, quien el 27 de septiembre de 1960 nacionalizó la industria eléctrica, que estaba mayoritariamente en manos de compañía extranjeras.
“Hemos de velar todos -dijo López Mateos- porque la industria eléctrica en México se maneje con la mayor limpieza, para que todos sus beneficios sean para el pueblo y sólo para el pueblo. Y todos estaremos atentos y vigilantes para señalar con índice de fuego y para castigar en forma adecuada a quienes falten a la lealtad que deben a la patria y al pueblo”.
Advirtió el Presidente López Mateos: “No habrá en la industria eléctrica ni merinos ni ladrones, porque contamos no sólo con la energía del Gobierno, que habremos de poner en juego, sino con la lealtad de los trabajadores electricistas, que habrán de ser soldados permanentes en la vigilancia de los intereses del pueblo”.
En el aniversario de la Constitución Política del País, el 5 de febrero de 1979, siendo entonces Secretario de Gobernación durante el régimen de José López Portillo y Pacheco, el priista Jesús Reyes Heroles pronunció un discurso profético.
Dijo: “Cuando la sociedad civil sea cada vez más sociedad política, se impide que la administración supla al Gobierno, que los administradores sustituyan a los políticos y que la Administración, convertida en Gobierno, se independice o separe del votante”.
El 2 de enero del 2017 el entonces Senador por Chihuahua, Patricio Martínez García, reclamó al presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, que su partido avalara el alza en el precio de los combustibles.
Rechazó Martínez García esa decisión avalada, dijo, por presuntos especialistas, que llegaron tarde a la realidad del país, que tomaron el poder desde arriba, como asesores o consultores de políticos cuasi analfabetas: “Un grupo de economistas doctorados, que están creando en seis meses un mercado de precios inflados para hacer rentable a particulares extranjeros su inversión”.
En el preámbulo de la Declaración de Principios del PRI publicada en febrero del 2002 (página 302) y elaborada durante su Asamblea 18 que se llevó a cabo del 17 al 19 de noviembre del 2001 en San Luis Potosí, el tricolor reconoció que los gobiernos tecnócratas que llegaron al poder en 1982, con Miguel de la Madrid Hurtado, reemplazaron el modelo económico del nacionalismo revolucionario por otro de marcada tendencia neoliberal en el que se otorgó mayor espacio al capital extranjero.
Lamentó el PRI que esos agentes “generaron reducciones (…) en el bienestar social, ampliando aún más la brecha entre los pocos muy ricos y los muchos muy pobres en nuestro país”.
Asumieron los priistas que el modelo neoliberal -que fue plenamente representado por los mandatarios Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León- le hizo mucho daño a México y deterioró las alianzas tradicionales del tricolor con los sectores sociales, por lo que perdió identidad ante los ciudadanos y ante su propia militancia. En su momento, la mayoría de los priistas lo aceptaron y ahora están en riesgo de extinción.