Severance y qué realmente es separarse del trabajo
¿Cuál es el sueño de todo godín? Fuera de recibir aumento, salir temprano o que sea viernes de chilaquiles todos los días, ¿quién no desearía desconectarse completamente de la chamba cuando llega a casa? Dejar de pensar en los regaños de lxs superiores, en el proyecto venidero, o en cualquier cosa que pueda causarnos estrés. Muchas veces lo único indispensable es instalarnos en el sillón y ver la comedia más digerible, ¿no?
En caso contrario, a la empresa les convendría un foco total de los empleados en la productividad, dejando espacio completo para ponerse la camiseta.
Suena como el escenario ideal, sin embargo, no estamos pensando en todas las implicaciones: ¿No sería demasiado tedioso solo enfocarse en el trabajo ciento por ciento, sin conocer ni una pizca de la humanidad de los empleados? ¿Qué no el quehacer—es decir, el saber a qué dedicamos nuestro tiempo, fuera del beneficio económico—nos da un propósito para existir? ¿Qué a veces no nos gusta hablar de nuestro pan de cada día, del chisme de la oficina o de nuestras aspiraciones en ese ámbito? ¿Qué pasa si nuestros compañerxs del trabajo sí nos agradan y sí queremos conocer más de sus vidas fuera del corporativo?
Severance, la brillante serie de Apple TV+, lleva este escenario de separar la vida laboral y la vida personal al extremo. La serie trata sobre un grupo de empleados que se someten al procedimiento de severance, el cual consiste en separar las vivencias de la oficina completamente de las de la vida privada: de 9 a 6, solo serás el tú de la chamba, mientras el resto del día solo eres el tú de la vida. Algo aparentemente idóneo en realidad es macabro, sobre todo por cómo la siniestra compañía Lumon, empresa ficticia realizando este extraño procedimiento, procede con esta experiencia.
No quiero meterme en detalles de la trama para no arruinárselas. Sin embargo, vale la pena mencionar la filosofía detrás de la productividad. Muchas veces, cuando conocemos a alguien, una de nuestras primeras preguntas será “¿a qué te dedicas?”: con base en ello, podremos definir si tendremos cosas afines con esa persona o no. Fuera del ámbito social, los seres humanos venimos a encontrarnos, y uno de los aspectos clave para establecer esa compleja definición son nuestras pasiones, cuyo ideal sería traducirlas a ingresos que nos lleven a tener la vida soñada.
Hablando de ello, ¿no es ya un motivador en sí el saber por qué uno trabaja? No me refiero únicamente al meollo existencial. También puede haber un componente emocional, como aquellas personas que no están felices con sus dedicaciones, pero son capaces de hacer eso y más por sus seres queridos para darles sustento, e incluso un par de lujos. Ahora, si tu persona de la chamba no sabe por qué hace las cosas o qué clase de vida tiene afuera, ¿no sería una tortura para ellas mismas? Por más que la chamba en sí sea increíble, una parte importante de por qué gastamos tanto tiempo y energía en nuestros deberes es el componente afectivo, ¿no? Aunque sea para consentirse a uno mismo o mantenerse.
Entonces, aunque a veces anhelemos despegarnos totalmente del trabajo, sobre todo cuando estemos de vacaciones, es importante recordar la valía de la chamba en sí para con nuestra identidad, una característica básica del ser humano.