Los beneficios de la integración con el exterior

México es un país con significativos contrastes regionales en el nivel de desarrollo económico.

El mayor avance se encuentra en las seis entidades federativas que forman la frontera norte colindante con Estados Unidos: Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Con base en datos de 2020, esta región genera un poco más de la cuarta parte del PIB nacional y acoge aproximadamente a 18 por ciento de la población del país.

Los mencionados estados gozan de los estándares de vida más elevados dentro de México. Específicamente, el producto por habitante es superior al promedio nacional, dentro de los cuales destaca Nuevo León, cuyo nivel alcanza casi el doble.

Además, las mediciones de pobreza en esta región son muy inferiores a las del país en su conjunto. Considérese, por ejemplo, el indicador de pobreza laboral, elaborado por el Coneval, que consiste en la proporción de la población de quince años o más, cuyos ingresos por trabajo son insuficientes para cubrir el costo de la “canasta alimentaria,” definida en función de requerimientos mínimos de calorías y nutrientes a consumir.

Con cifras del cuarto trimestre de 2021, los seis estados mencionados registran porcentajes de pobreza laboral relativamente moderados, desde aproximadamente la mitad en Baja California hasta dos tercios en Tamaulipas, respecto a la media nacional.

Para ilustrar las diferencias, conviene seleccionar otras seis entidades situadas en el centro y sur del país: Hidalgo, Tlaxcala, Puebla, Guerrero, Oaxaca y Chiapas. Este conjunto territorial reúne una población no mucho mayor a la de la frontera norte, pero solo origina alrededor de 10 por ciento del PIB de México. La contribución del grupo no es muy superior a la de Nuevo León.

Los estados listados del centro y sur exhiben reducidos estándares de vida. En particular, los niveles del PIB por habitante son los menores del país, correspondiendo el mínimo a Chiapas con un tercio del promedio nacional.

Además, estas entidades se encuentran entre las ocho con mayor porcentaje de población en pobreza laboral, ocupando los peores lugares, en orden ascendente de indigencia, Guerrero, Oaxaca y Chiapas. La brecha regional de pobreza es evidente si se considera que la proporción de pobres en Chiapas es aproximadamente 70 por ciento, más del triple de la de Baja California.

Sin duda, el desarrollo económico es un proceso complejo en el que intervienen múltiples factores, cuya diferente presencia podría contribuir a explicar las discrepancias territoriales del país. No obstante, un elemento parece haber jugado un papel crucial en la disparidad analizada: la influencia económica de Estados Unidos.

Las entidades del norte poseen economías altamente integradas con el exterior, en especial, con el vecino país. Ello se observa en su estructura productiva, la cual muestra una participación manufacturera por arriba de la nacional, y una baja contribución del sector primario, excepto en Sonora y Chihuahua.

En todos los casos, la producción se encuentra estrechamente vinculada al comercio exterior, y la productividad resulta elevada, en gran medida, gracias a la aplicación de tecnologías modernas transferidas mediante la inversión extranjera.

En contraste, los mencionados estados del centro y del sur tienen economías con altas e ineficientes participaciones del sector primario, como la agricultura en Oaxaca, o de las manufacturas, como Hidalgo con la refinería de Tula. Con excepción del sector automotriz de Puebla, la producción de estas entidades se encuentra principalmente orientada hacia adentro, con escasos vínculos con el comercio internacional.

Al parecer, el divergente enfoque productivo ha tenido dos implicaciones. Por una parte, los estados mencionados del centro y sur tienden a ser proporcionalmente más dependientes de las “aportaciones federales”, las cuales son el componente del “gasto federalizado” cuyo objeto es compensar rezagos en materia social y combate a la pobreza, que la frontera norte. Si bien tales apoyos se justifican en términos solidarios, podrían, asimismo, generar un efecto no deseado de desincentivar la migración hacia lugares más prósperos.

Por otra parte, las entidades del centro y sur exhiben índices de escolaridad inferiores a los de las del norte, con considerables porcentajes de analfabetismo, lo cual tiende a amplificar las diferencias regionales del país.

El notable avance de los estados integrados económicamente con el exterior confirma la conveniencia de promover ampliamente la inversión extranjera y el comercio internacional a lo largo del país. Un requisito indispensable para este fin son la apertura y la seguridad en las reglas del juego para la inversión privada.

Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006)

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