“Patriótico”
Por Alejandro Páez Varela
La idea de un Gobierno de izquierda en México fue una ilusión que flotó por más de un siglo en éter, y mientras estuvo allí fue conveniente para muchos. Familias y pueblos sufrieron; mujeres y hombres pagaron con su vida sólo para que se mantuviera viva la posibilidad.
Esa última parte es, en cierto modo, dolorosa. También debo confesarlo. Pero debe decirse para que no se olvide y no se repita. La élite decidió que nos gobernara un empleado de Coca Cola antes que permitir un Gobierno de izquierda, uno nacionalista. Mejor ese personaje sin inteligencia, pero con ambición por el billete a permitir la llegada de Cuauhtémoc Cárdenas. Sin embargo, esa burla, la de meter a un abierto engañabobos de Presidente, apresuró la descomposición de México. Le siguió un Gobierno militarista de derechas, con Felipe Calderón; y luego, uno descarado y profundamente podrido, con Enrique Peña Nieto. La élite contenta, cómo no. Pero en el descaro perdió control. Se le pasó la mano.
La idea de un Gobierno de izquierda en México fue una ilusión que flotó por más de un siglo en éter, y mientras estuvo allí fue conveniente para muchos. Familias y pueblos sufrieron; mujeres y hombres pagaron con su vida sólo para que se mantuviera viva la posibilidad. Una élite que se instituyó en una fuerza operó, casi siempre desde el Estado, para que nunca se concretara. Es decir, para que se quedara en apenas una idea, en el éter, y no pasara de allí.
El General Lázaro Cárdenas fue sustraído de la izquierda hacia el centro por esa fuerza que lo doblegó al final de sus días hasta llevarlo a votar por Gustavo Díaz Ordaz. Carlos Salinas de Gortari se apalancó en esa fuerza para echar a andar otro Gobierno que simulara acercamiento con las mayorías, y la mejor manera de hacerlo fue metiéndose a la bolsa a los intelectuales “de izquierda” para ganar en el discurso. Visto a la distancia, ni glamour hubo en su estrategia. Fue la fórmula más vulgar: lanzó monedas a esos intelectuales; les dio un frasco con olor a poder y los puso a bailar como monos de cilindrero. La imposición del neoliberalismo a partir de un discurso “validado” fue costosa para las mayorías y perfecta para los del dinero y el poder, pero fue tan descarada que condujo a una mayor pérdida de control. Y así llegó 2018.
Escribo esto porque a veces es necesario recordar, como mexicanos, que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador debe sopesarse de más de una manera. No es un comunicado, no es un escándalo, no es una acusación, no es el momento; no es un tuit ingenioso o uno embustero; no es un tropiezo o un acierto: es el conjunto, es lo que representa.
Una segunda forma de sopesar a este Gobierno es por su intención: el qué quiere, el qué busca. Porque pudo romper con cien años de engaños, sí, y ahora hay que exigirle que mantenga el rumbo a partir de lo que prometió: defender los intereses de los que menos tienen. A todos nos conviene que los pobres sean primero. Los ciudadanos hicieron historia en 2018 pero el Gobierno debe hacerla, también, con los pobres. Y eso sólo se traduce en generar bienestar para todos, en distanciarse del poder económico y en devolverle la dignidad a una Nación que fue entregada a una minoría; eso se debe traducir en acciones puntuales contra la impunidad y la corrupción; contra todo tipo de violencias y contra el uso de la mentira como herramienta de control.
Y luego, y es quizás lo más importante, hay que medir a este Gobierno sin pasiones y con base a resultados. ¿Ha logrado lo que ofreció? ¿Está encaminado a hacerlo? Y esto hay que preguntárselo a diario para sopesar adónde va. En resumen, se ofreció poner las bases para una sociedad más justa: ¿camina hacia allá?
También se debe tener presente, siempre; y hay que repetirlo cuantas veces sea necesario, que las experiencias del pasado nos dicen que los caminos de la izquierda han sido dinamitados con todas las estrategias disponibles y eso incluye la mentira y el fraude. Los ciudadanos tienen derecho a saber que ha habido fraudes electorales durante años y campañas de engaño para cortarle las alas a la izquierda. Y eso se debe repetir una y otra vez por una simple razón: estas estrategias no se han ido, siguen presentes; no son una tentación, una idea: el PRI y el PAN se han servido de ellas.
Quería llegar a este punto. Advierto, como ya sucedió, que las élites económicas, intelectuales, mediáticas y políticas acentuarán sus estrategias de guerra sucia y si se les permite, porque así lo dice la historia, construirán un discurso que justifiquen un “fraude patriótico” o un “golpe patriótico” para recuperar lo que perdieron y regresar a la izquierda, o a esta izquierda, a la banca, al éter conveniente; a una esquina donde no afecte los intereses de esa minoría que se acostumbró a vivir de lo que pertenece a todos.
Es cierto que me divierten mucho los tuits de Vicente Fox, pero no me divierte en lo absoluto la élite que llevó a ese hombre poco inteligente y casi analfabeta a la Presidencia. Nadie dude que son capaces de absolutamente todo porque se juega el poder y en dinero, que es lo que realmente les interesa. El top 10 de los más ricos de México está compuesto por individuos y familias que básicamente construyeron patrimonio con el sudor de los trabajadores y con las concesiones del Estado. Un Carlos Slim, un Roberto Hernández, un Germán Larrea, un Claudio X. González Laporte, un Emilio Azcárraga o un Ricardo Salinas hicieron fortunas que no se gastarán en diez generaciones básicamente por servirle al poder y servirse de él. ¿De cuál poder? Del que ahora está en la banca. Entonces muchos de ellos, aunque jueguen a no tocarse con el actual Gobierno, harán cualquier cosa para volver a administrar el Poder Ejecutivo federal como si fuera un puesto en una empresa, o como lo hicieron con los últimos presidentes de México.
Y querrán que se vea como un acto “patriótico”. Porque ese es el discurso: que “nos salvaron” durante cien años de gobiernos de izquierda porque “son patriotas” y porque es “una causa justa”. Y no, la causa de la élite no es “una causa justa”. Es lo que es: deseo de más poder y más dinero, aunque dejen a decenas de millones de mexicanos encuerados, como lo hicieron hasta hoy, sin tocarle el alma.