5 condiciones para el regreso
La comunicación del sector oficial sobre la educación básica tiene tres mensajes principales: “Ya van sumándose más alumnos a clases presenciales”; “Estamos haciendo un cambio histórico en los programas”; “Los maestros están contentos y serán cada vez mejor apoyados en sus prestaciones”. A las tres afirmaciones se les puede hacer duros cuestionamientos en la realidad, pero por ahora me concentraré en la primera, la única que hace una referencia explícita a los titulares del derecho –las niñas, niños y jóvenes– y la que no tendría que estar en el género literario “promesa temeraria”, como las otras dos.
La dificultad de apreciar los anuncios que la SEP hace los martes en la conferencia de la mañana es múltiple. Los números fluctúan de forma poco creíble y menos explicable, pues el sistema que deliberadamente se propuso para captar la situación de las escuelas, que desarrolló UNICEF, capta con regularidad un máximo que llega a la mitad de las escuelas –obvio, la mitad mejor dotada del total de escuelas –, pues para empezar necesitan conectividad para reportar constantemente la asistencia, así que vale preguntarse: ¿Cómo completan sus datos? ¿Multiplican por dos lo que sí consta? ¿Inventan? ¿O de plano no toman en cuenta el tablero de UNICEF, y entonces se quedan con lo que reportan desde las secretarías estatales, que puede ser igualmente inventado o sesgado? Cómo se atreven a afirmar la presencia, de una semana a otra, de cuatro millones más de alumnos, pero nunca han tenido la capacidad de decirnos si van cada día a la escuela, o si están sumando y revolviendo los que apenas pusieron un pie para recoger tareas, rapidito, en media hora de un martes, y los juntan con los que van sólo lunes y miércoles, y los que sí van los cinco días y en jornadas completas.
En fin, detrás del cochambroso misterio de los datos que nunca se hacen de escrutinio público, hay también una celebración irresponsable. Es mejor que vayan a que no lo hagan, cierto, pero eso no es equivalente a dar por hecho que están bien ahora, a salvo y felices; que por sólo entrar ya se serenaron las y los estudiantes, que sólo porque hubo la recomendación de diagnóstico de aprendizajes ya hay un plan sensato y consistente para recuperar a todo el grupo y de cada una y cada uno de los alumnos. Y eso sin mencionar la incongruencia de bulto entre la justificación de los Marxprogramas, en la cual se afirma sin ambages que Aprende en Casa no funcionó y que hay pérdida generalizada de aprendizajes, mientras que el discurso de la profesora Delfina al respecto sigue siendo autocelebratorio y sin perspectiva de reconsiderar que “se logró mantener el aprendizaje”.
¿Qué sí hace que el regreso cumpla su propósito? De nuevo, al menos cinco condiciones: 1) asegurar el suministro de agua que la SEP sigue alegando que no es su atribución ni competencia; 2) resolver todo lo que tiene que ver con ventilación (que sigue sin tener verificación oficial en las escuelas), el manejo de salud y pedagógico de la sana distancia y ofrecer cubrebocas como indispensable recurso que debe ofrecerse a docentes y estudiantes como parte de la gratuidad de la escuela pública; 3) ofrecer atención socioemocional… quitar la peregrina idea del presidente –y su resonancia en la secretaria– de que sólo llegar al aula (y desenchufarse del Nintendo que la inmensa mayoría no tiene) mágicamente recupera el ánimo y propósito; pero en la práctica las escuelas y cada docente han sido dejadas a su suerte, salvo honrosas excepciones, para de verdad atender en plan de recuperación, que es un proceso largo y que requiere cuidado, el larguísimo invierno de año y medio del cual arriban las niñas y niños; 4) por supuesto, consolidar el refuerzo sobre aprendizajes fundamentales… debe ser objeto del repudio más completo la soberbia de querer dejar un ‘legado’ en la forma de programas mal cocidos, improvisados y de fingida participación, y seguir desatendiendo la propuesta de UNICEF, UNESCO y las organizaciones de contar con un ‘currículum de emergencia’ que es una necesidad y un derecho; 5) finalmente, la condición de la participación: si no se regresa con acuerdos y con corresponsabilidad, la autoridad tiene una salida fácil: yo abro, pero las familias son cobardes, prejuiciosas o ambas; si no tenemos las escuelas llenas, no es un problema de mala comunicación, de improvisación que no da confianza, de falta de verdaderas opciones en el trabajo o en el transporte para manejar el escalonamiento.