Ricardo Monreal: Morena necesita volver a sus principios partidistas
Por Ricardo Monreal
Ricardo Monreal Ávila es presidente de la Junta de Coordinación Política y coordinador parlamentario del partido Morena en el Senado de la República en México. Es miembro fundador del partido.
El partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) nació como una alternativa para conjuntar causas y pensamientos que ya no encontraban una plataforma para participar en la vida pública de México. El 2 de octubre de 2011 lo fundamos como asociación civil; en 2014, como partido político; cuatro años después, logramos lo que alguna vez fue una utopía: que la izquierda partidista llegara a la presidencia del país con Andrés Manuel López Obrador.
Pero Morena está siendo víctima de sus victorias. En un inicio, su naturaleza de asociación civil nos alejó de la desconfianza que cubría a todo el sistema de partidos nacional. Mutar a la figura de instituto político, incluso a la de movimiento-partido, siempre fue una tarea compleja, pues implicaba formar parte de una estructura que, por sí misma, estaba desprestigiada. Aun así, el partido contó con el apoyo popular, abriendo la oportunidad de consolidarse como un parteaguas en la vida política del país. Hoy no solo tiene la presidencia, sino 21 de las 32 entidades federativas.
Desde que el ahora presidente dejó la dirigencia del partido para contender en las elecciones de 2018, Morena no ha sido capaz de instalar mecanismos de renovación y selección de dirigentes que verdaderamente se puedan catalogar como democráticos. ¿Cuál es el motivo de esta incapacidad?
En primer lugar, resulta evidente que sustituir a López Obrador raya en lo imposible. Su popularidad, su cercanía con el pueblo, su liderazgo social y su convicción lo convirtieron en la piedra fundacional de Morena. Y aunque no se mantiene del todo ajeno a la vida partidista, su ausencia genera un vacío de poder que distintos grupos han intentado capturar, sin importar las consecuencias que eso tenga para nuestro instituto y para el país.
En segundo término, la fuerza con que todavía cuenta Morena eleva las probabilidades de que la persona del partido que encabece la candidatura presidencial en 2024 se alzará con el triunfo. Esta realidad, combinada con el proceso anticipado de sucesión que inició el propio titular del Ejecutivo federal, desencadenó las fuerzas internas que están alejando a Morena de su declaración de principios.
El documento señala que los miembros de Morena “regiremos nuestra conducta personal y colectiva bajo los siguientes principios éticos y valores humanos defendidos por nuestra organización”.
El primer principio es: “El cambio verdadero del país comienza por cambiar la forma tradicional de intervenir en los asuntos públicos. La política no es asunto solo de los políticos”. Es cierto, Morena amplió la participación política a espectros de la sociedad que anteriormente no eran considerados o no contaban con una plataforma para hacerlo; sin embargo, también es cierto que el partido aún conserva prácticas políticas del pasado.
Así lo demuestran las intromisiones y la influencia de facciones en las elecciones del 30 y 31 de julio para consejeras y consejeros distritales. Más que un ejercicio verdaderamente democrático, se convirtieron en una medición de fuerzas, capacidad económica y clientelar de movilización entre quienes, de manera excluyente, han sido señalados como posibles aspirantes presidenciales por el propio jefe del Estado mexicano.
El segundo principio dicta: “El cambio que plantea Morena es pacífico y democrático”. Morena logró llegar al poder por la vía democrática, no por las armas como en otros tiempos u otras latitudes, pero sus procesos internos distan mucho de poder ser catalogados como democráticos.
El tercero: “En Morena no hay pensamiento único sino principios democráticos en torno a un objetivo común”. Y tal debe ser siempre nuestra mayor fortaleza.
El cuarto: “Como miembros de Morena nos inspiramos en la historia de la lucha del pueblo mexicano”. Sí, las grandes luchas de mujeres y hombres que nos antecedieron, algunos que ya no están con nosotros, nutrieron de fuerza y vigor al movimiento. Pero en la práctica se están desviando sus causas por medio del abandono de la esencia original y, lamentablemente, se excluye a personas fundadoras y luchadoras sociales que llevan décadas en el activismo político.
El quinto dice que “Morena es un espacio abierto, plural e incluyente, en el que participamos personas de todas las clases sociales y de diversas corrientes de pensamiento, religiones y culturas”. Y el sexto: “Nuestro movimiento reconoce su esencia en la pluralidad”. En efecto, nuestra fortaleza es también la pluralidad, pero reiteradamente hemos visto cómo la polarización al interior del partido castiga a quienes aspiran a vivir una vida económicamente cómoda y aleja a quienes se atreven a cuestionar el actuar de la dirigencia y de los órganos internos del partido.
El séptimo y octavo señalan que “los miembros de Morena nos nutrimos de las luchas sociales y los movimientos de México”, y que “Morena forma parte de las luchas del pueblo mexicano”. Es por estas razones que no debemos separarnos de la gente. Tenemos que evitar que la ley de hierro de las oligarquías se cumpla en la realidad de nuestro instituto político. Abandonar la lucha social para que en México impere una verdadera democracia no es una opción, y por ello es urgente alejarnos de las prácticas que se pusieron en marcha en la reciente elección de congresistas nacionales.
El noveno: “En Morena trabajamos para generar una nueva cultura”. El liderazgo del presidente López Obrador logró ampliar la cultura política en el país, pero este nuevo rumbo se puede desvirtuar, como ha sucedido cada vez que la dirigencia, en lugar de abrirse aún más a la participación ciudadana, decide cerrarse.
Negarse a la autocrítica y aceptar que el partido comete errores que se deben corregir es una equivocación que impedirá profundizar el cambio cultural que iniciamos, y puede dar paso a prácticas autoritarias que en el pasado separaron a la sociedad de la participación política.
Por último, “Morena valora el conocimiento y el aprendizaje de las experiencias”. Mal haríamos si no mirásemos al pasado para reconocer que muchas de las acciones que desvirtuaron el sistema político de México están siendo repetidas por grupos dentro de nuestro partido. Morena necesita estar a la altura de exigencias futuras y no caer en tentaciones pretéritas.
Afirma un dicho popular que las reglas se hicieron para romperse. No estoy de acuerdo, pero al parecer Morena está incurriendo en el error de actuar como si sus principios se hubiesen establecido para ser ignorados.
Sin embargo, a pesar de esos desaciertos, soy de quienes piensan que aún hay tiempo de corregir el rumbo, de recuperar nuestra brújula social que son nuestros principios partidistas. No hacerlo solamente nos alejaría más de los objetivos que nos fijamos y terminaría por distanciarnos de los millones de personas que depositaron en Morena su esperanza y anhelo de construir un mejor país.