Tiempos de guerra
A una semana del conflicto armado en Ucrania, es decir, de la invasión rusa a su vecino del suroeste y exterritorio soviético, ¿se puede hablar de países ganadores y perdedores?
Primero, tomemos en cuenta la relevancia que adquieren los medios de comunicación y la otra batalla que se libra en pantallas y papel. Los medios están siendo fundamentales para inclinar la balanza en cuanto a la percepción de buscar santificar al bueno y satanizar al malo, según sus intereses y criterios.
Están contribuyendo a que la sociedad global tome partido a favor de unos u otros. No sólo a partir de mostrar realidades o mentiras, sino también para movilizarla con el fin de desestabilizar regímenes o sistemas políticos. Tan es así que apenas ayer, misiles rusos derribaron la torre de televisión ucraniana para bloquear vías de comunicación y transmisiones, rumbo a la toma de Kiev, e impedir cualquier tipo de propaganda en contra de Rusia.
No obstante, la praxis de una guerra se mide bajo la siguiente premisa: ¿qué países acumularán más poder real, que abarca desde el geopolítico hasta el económico, pasando la influencia y la capacidad de inferir en el destino de otras naciones? Pero también hay guerras que se libran por la defensa del poder ya obtenido. Algo que vemos ahora con Rusia, cuya incursión militar en Ucrania responde a que su influencia en la zona no sea arrebatada por Occidente.
Los conflictos armados también asoman hipocresías de cualquiera de los bandos, por eso es necesario pensar con cabeza fría los pormenores y naturaleza de éstos. Recordemos cuando Estados Unidos, junto con sus aliados invadieron a la Irak de Sadam Hussein a partir de mentiras. No obstante, nadie impuso correctivos a la potencia mundial en ese entonces, ni económicos, ni políticos y mucho menos militares a pesar de las muertes de civiles y destrucción de ciudades.
Los medios jugaron un papel fundamental para presionar al gobierno de George W. Bush y aceptar que mintió a la comunidad internacional. No obstante, el fin justifica los medios y mientras tanto, se derrocó al dictador Sadam Hussein y Estados Unidos consolidó y expandió su poder.
Ahora es el turno de Rusia. Ellos no justifican ni justificarán que su vecindario sea una amenaza para su seguridad, y vaya si es un vecindario amplio. Colinda, además de con Ucrania, con China, Mongolia, Kazajistán, Azerbaiyán, Georgia, Bielorrusia, Finlandia, Letonia y Estonia. Estos últimos dos países se unieron a la OTAN después de la Guerra Fría y son los únicos vecinos directos que forman parte de esta organización. Ahora, un país con la relevancia de Ucrania, Rusia no puede permitir que se le escape de su zona de influencia, esa es nos guste o no, la naturaleza de las cosas en un mundo multipolar, donde para muchos los equilibrios son mejor, que un mundo unipolar donde la razón se imponga desde un solo sentido.
Dentro de las relaciones internacionales, el juego de ajedrez del poder global busca de antemano cuidar sus zonas de influencia, es una prioridad para cualquier potencia. Lo ha hecho Estados Unidos en Latinoamérica, Europa y Asia, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. China lo hace con Taiwán, África y otros países del mundo con su nueva ruta de la seda. Incluso ha intensificado sus mensajes a Occidente, de no meterse, ni por ocurrencia en Taiwán.
Cuando los inevitables conflictos armados aparecen, lo más importante es preguntarse qué va a suceder cuando terminen, cómo será el nuevo orden geopolítico, y sobre todo, quiénes sacaron mayor provecho. Por lo pronto uno podría sugerir que Rusia va ganado en cuanto a consolidar su dominio en Ucrania. Aún es muy pronto para pensar en una anexión, como sucedió con Crimea, pero puede ser el siguiente paso.