Las bambalinas del Senado

Intenso combate se vivió los últimos días en el Senado de la República y no ha terminado.

Desde el lunes en comisiones unidas (Puntos Constitucionales y Estudios Legislativos, Segunda) se perfilaba ya la fuerza dominante de Morena y sus aliados para cumplir las instrucciones del caudillo.

La iniciativa servil presentada por el PRI de Alito para canjear su entrega y traición a la alianza, por el indulto oscuro negociado en las cloacas. No desafuero, archivada la Sección Instructora, hasta la tan discreta gobernadora Layda Sansores anunció el mismo día que se presentó la propuesta legislativa –así de burdos– que ya no habría filtración de más audios vergonzantes y vergonzosos del hoy líder nacional tricolor.

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La extensión de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública ciudadana, sirve al presidente de muchas formas: aplanar toda crítica al paso de la Guardia Nacional a la Sedena; prolongar casi hasta el final del siguiente sexenio la creciente presencia militar en todos los ámbitos del país; complacer a los gobernadores ineficientes –todos– en la formación de cuerpos de seguridad policíaca en los estados; asegurar que ha resuelto el problema –rotunda falsedad– de la inseguridad y, por encima de todo, romper la alianza opositora.

El PRI se prestó a ello, aunque toda evidencia señala que esa ruta ha resultado inútil al país.

Para el lunes en comisiones, la abstención de la senadora Sylvana Beltrones anticipaba ya a un PRI rendido a la propuesta presidencial.

Para el martes por la tarde-noche, voces en las filas de Morena aseguraban tener los 10 votos faltantes, después de la defección –humillante y traidora– del senador Paz del PAN a Morena.

Ayer por la mañana se sentían tranquilos, tenían los 86 votos necesarios para su reforma constitucional.

Ricardo Monreal, jerarca morenista en el Senado, había recibido la visita y la amenaza del secretario Adán Augusto López: o pasa la reforma, o mejor tomas tu camino y sigues tu ruta por tu cuenta, le leyeron la cartilla. Operó mediante el cabildeo “convenciendo a los priistas”. Entre ellos, entregados y rendidos, Miguel Añorve y Jorge Carlos Ramírez Marín, ya habían comprometido su voto a favor de la iniciativa.

Al interior del PRI, las voces en contra señalaban que era falso, que Morena no tenía los votos necesarios.

Y la tarde de ayer… ¡sorpresa! El consenso se rompió, pero en el bloque de Morena. Dos senadoras, Griselda Valencia y Blanca Piña, retiraron su apoyo, que se suma a dos ausencias más en las filas morenistas.

¿Qué pasó? ¿Alguien perdió el control? ¿Se atrevieron a la rebeldía en desafío abierto al “pasa porque pasa como está”?

Resulta que había más morenistas que no querían aprobar el dictamen de diputados como venía de comisiones.

Más senadores de oposición están en contra de prolongar la operación de las Fuerzas Armadas por cinco años y se inclinan, por discutir temas de fondo en beneficio de policías civiles.

Ricardo Monreal operó abiertamente a favor de la iniciativa, una vez más –por lo menos en tribuna y en cabildeo– “le cumplió al presidente”. Pero en los hechos, pareciera que sacó las manos y permitió que fluyera libremente el sentir senatorial. Operó, pero no lo hizo en realidad con la oposición y, dicen algunos, incluso con los suyos.

En contra frontalmente, los vimos en tribuna, Claudia Ruiz Massieu, Osorio Chong y otros más.

Ante la derrota evidente, decidieron suspender la votación en el pleno y enviar el dictamen de regreso a comisiones, donde no se puede discutir antes de 10 días. Enfriamiento y reconsideraciones.

Algunos ilustrados en la Cámara alta, afirman que se resolverá con una redacción nueva, que reduzca la prórroga de cuatro años (hasta 2028) a dos años (hasta 2026) y con ello, pronostican, “plancharán” su aprobación.

Los senadores de oposición no coinciden. Quieren un debate más profundo sobre el abandono de las policías, la claudicación en una auténtica fuerza civil de seguridad pública, como dice la reforma de 2019 que dio origen a la Guardia Nacional.

Ahora todos quedan mal, porque no se aprobó la polémica reforma que ha provocado enormes debates en torno a la militarización de México, la derrota estrepitosa de una estrategia de seguridad fallida.

Quedan a deber Alito y Moreira, que prometieron su aprobación vociferante; queda a deber Adán Augusto, quien intervino directamente en el cabildeo con los priistas; queda a deber el senador Monreal, quien pareciera que hizo mucho, cuando en realidad “dejó correr los ríos de la inconformidad”.

Quedan a deber los priistas obsequiosos y serviles a su líder, quien rompe el bloque opositor para salvarse de enfrentar a la justicia, que algún día lo alcanzará.

Por lo pronto, la oposición verdadera, junto a la inusitada rebeldía de algunos morenistas valientes, detuvieron el atropello presidencial y militar. La historia no ha terminado.

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