Borradores de precampaña

Por Alejandro Páez Varela

Hay que jalar los bueyes hacia el centro y quizás ya no sea posible con PRI, PAN y PRD porque esa idea fracasó. Es desde adentro del movimiento de izquierda. Ahora quieren un candidato suyo, adentro, que jale hacia el centro.

¿Realmente está preparada para lo que viene? Porque no será menor. Los que optaron por la prudencia en 2018 lo consideran hoy un error. Se envalentonarán y se le irán a la yugular. Y no es con todos: es con ella, contra ella. ¿Estará preparada?

Los poderes de facto tienen tanto que perder. Doce años son un abismo para quienes se hicieron adictos al poder y a los beneficios del poder. Muchos entendieron que era irreversible el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y bajaron la testa en las presidenciales pasadas. Pero ahora, en 2023 y 2024, apostarán su resto. Los intelectuales, una parte de los medios, una élite en el empresariado, cierto grupo que tomó la academia y allí ha nadado de muertito unirán esfuerzos e irán por todo. No creo que contra Marcelo Ebrard; no los veo contra Ricardo Monreal o contra Adán Augusto López, si fueran el candidato. Se irán contra Claudia Sheinbaum.

Se lo preguntamos apenas la semana pasada. “Yo lo veo así: es el debate del proyecto. Porque si lo ves como un tema personal, pues entonces no hay salida. Lo que hay en el fondo es un debate donde ellos no pueden aceptar que han perdido privilegios”, dijo.

“Además –agregó– no son muchos los que han perdido privilegios. Tampoco creo que haya cambiado tanto su forma de vida. El problema es que ya no reciben tantos recursos públicos como los que recibían en su momento. Eso es lo que les afecta terriblemente, y que no le hablan al oído al gobernante y que les escuche todos los días para saciar sus egos, en muchos sentidos. Yo lo veo como un debate político. Y en el debate político, son dos proyectos que se enfrentan”.

Pero ellos sí lo verán personal. Contra ella es personal.

El fracaso del frente opositor no los va a detener. Sí, nacerá otro esfuerzo (“Unid@s” o lo que sea). Sin embargo, saben que como bloque ya fallaron.

Y como son expertos en sobrevivir, son persistentes y van buscar una rendija. Es difícil –y de alguna manera esto define a cada quién– que entren por Claudia Sheinbaum, que es la más ortodoxa de los cuatro, la más lopezobradorista. Tiene lógica entonces que su candidato natural sea Ricardo Monreal, el más abierto a –y el más a gusto con– las formas del viejo régimen. El zacatecano, sin embargo, no les da. Si realmente quieren tener influencia o volver a Palacio Nacional, Monreal no les da. Puede servirles de aliado; pueden dialogan y hacerse encargos de ida y vuelta. Pero no les da para el tamaño de su ambición.

Así voltean (o ya voltearon) hacia Marcelo Ebrard. Buscan allí la grieta. En su propia apreciación, ideológicamente no es ni morenista ni lopezobradorista: Ebrard es ebrardista. Quizás puedan voltear hacia él, amarrarse con Ebrard ya que no tienen otra forma de volver al poder. Pero el Canciller no es un inocente y sabe bien dos cosas:

a) que siempre que se separó de Andrés –así lo llama– le fue de la tiznada y;

b) que sus posibilidades reales no son aislado, porque ya probó y no funcionó. Si tiene posibilidades, están desde adentro del lopezobradorismo.

Ebrard sabe, además, que los poderes de facto, los que siguen dando la batalla contra el Presidente, sí son muy poderosos pero ya no les da para mucho, como antes. Como cuando imponían a cualquiera que se encontraban en la banqueta.

No conozco a Tatiana Clouthier. Quiero decir: nunca me he tomado un café con ella, nunca he coincidido con ella en una reunión (apenas voy a reuniones) y alguna vez intercambié mensajes, hace años, y estoy seguro de que no los recordará porque le pedía una entrevista –cuando era coordinadora de la campaña de López Obrador– y no me la dio y ya no insistí, y después cambió de número de celular.

Algunas veces la pude-pudimos entrevistar, Álvaro Delgado y yo. Una de esas, largo, para libro. A su hermano, en cambio, sí lo conocí tiempo atrás, en Culiacán. Manuel me pareció un individuo indispensable, sanamente preocupado por el país. Uno se equivoca. He cambiado drásticamente mi apreciación sobre él, pero eso no tiene importancia o no la tiene, al menos, para mí.

Vuelvo al punto: No conozco a Tatiana Clouthier y lo que escribo a continuación está lo más limpio posible (nunca lo está del todo) de filias y fobias. Escribo desde lejos, como procuro mis textos. Voy a decirlo en pocas palabras, si me lo permiten, sin menoscabo de uno y de otro: ella fue clave para que López Obrador ganara en 2018.

Yo sé que en un triunfo así influyen muchas cosas; entiendo el trabajo que hicieron miles de personas previo a la elección y los millones que dijeron: “ya, basta; es ahora y es hasta aquí”, y mandaron a volar a PRI y PAN. Pero Tatiana fue Tatiana. Hay una parte de ella que es visible y una no tanto. Y de eso hago un breve apunte aquí.

La parte más visible de Tatiana fue conectar a los jóvenes y a las mujeres con el candidato; hacer que se asumieran parte del cambio. Allí hubo velocidad, oportunidad, estrategia, mucho pulso de las cosas y sobrado manejo de redes. No necesito detallarlo porque es de sobra conocido y para detalles baste aquella foto donde está en el suelo, con una bolsa plateada (creo) y pantalones anaranjados (creo); con tres apagadores y dos de ellos ocupados por cargadores de celular.

Había apoyado a AMLO desde 2012, como lo dice en Juntos Hicimos Historia (Grijalbo, 2019), y es hasta 2017, en el Estado de México, con Delfina Gómez, que se integra de lleno al equipo. Desde entonces, su idea fue acercarlo a grupos poblacionales que no se sentían representados por él. Los jóvenes, las mujeres pero además los grupos marginales y los más vulnerables, como las personas con capacidades diferentes. El candidato arriba, en el mitin; la otra abajo, leyendo a la gente. Insisto en que fueron muchos los que ayudaron, pero Tatiana fue Tatiana.

Sin embargo, la parte menos visible de ella, o la menos socializada, es la más importante. Fue identificar, exhibir y luego anular a los que operaban abajo; los que hacían el trabajo en la cañería. En 2006 les había funcionado y les alcanzó hasta 2012. Pero en 2018 necesitaban reagruparse y relanzarse hacia su más grande enemigo, el peor de todos: López Obrador. Porque él es el peor enemigo de todos ellos: de los intelectuales, de casi todos los medios, de una élite empresarial, de cierto grupo que tomó la academia y los entes autónomos y que vive de los partidos buenaondita. Su enemigo no son la miseria, el hambre, el analfabetismo, las enfermedades: es ese señor que tiene por mala educación hablarle a los más pobres.

Creo que allí es donde Tatiana fue Tatiana. Enfrentó a los que nadie se atreve nunca a enfrentar: los Enrique Krauze, los Héctor Aguilar Camín y un grupo de periodistas de élite que también se enamoró de la buena vida. Les puso un calambre y los forzó a sacar las manos. Algo de daño hicieron pero no tanto, como en años anteriores. Exhibió al grupo de empresarios que les encanta financiar guerras de lodo y no dar la cara; los puso con nombre y apellido y eso los desactivó, de manera temporal.

No tendrán, parece, un buen candidato desde la oposición. Los poderes fácticos elegirán un maniquí, por su puesto, pero no les dará para ganar y lo saben. Entonces, desde hace ya tiempo, trabajan en el entorno del Presidente. Pican cimientos, rascan en los techos, buscan una rendija. La sucesión no vendrá desde la oposición y no quieren quedarse otros seis años fuera. Doce años son mucho. Buscan la rendija para colocarse.

Lo que sigue es generar entre todos un discurso útil: intelectuales, casi todos los medios, esa élite empresarial que odia a AMLO, cierto grupo que tomó la academia y los organismos autónomos y los partidos buenaondita. “Necesitamos a alguien que cohesione a todos los mexicanos”, dicen. “México no resiste más la polarización, necesitamos unirnos”.

Claro: México pudo resistir décadas de saqueo pero, ay, por favor, cuidado, qué cosa: ¡México no resiste más la polarización!

Impulsarán la idea de que “López el maldito” ha polarizado a los mexicanos y usarán toda su fuerza mediática para convencer de que una candidata o un candidato lópezobradorista es un peligro para México. Para eso se necesita impulsar con más fuerza la idea del “país dividido por López”. Y necesitan clavarle en la frente la idea de que “se equivocaron” a los que se movieron hacia la izquierda y votaron por él en 2018. Les van a decir que fue un decisión equivocada y que el país “necesita” moverse al “centro democrático”.

Ay, el maravilloso centro democrático. Qué ganas tienen de que volviera. Allí cabían Claudio X. González, Jesús Zambrano, Felipe Calderón, Emilio Álvarez Icaza, Elba Esther Gordillo, Javier Lozano, Lorenzo Córdova, Miguel Ángel Osorio Chong. Cabían incluso los Monreal y si lo apuran, cabía Ebrard.

Hay que jalar los bueyes hacia el centro y quizás ya no sea posible con PRI, PAN y PRD porque esa idea fracasó. Es desde adentro del movimiento de izquierda. Ahora quieren un candidato suyo, adentro, que jale hacia el centro. Para causar un cisma. Un Cuauhtémoc Cárdenas, el de 1986.

Y en eso gastarán los siguientes días, los siguientes meses, el año que viene.

Lo que viene de corto plazo, para los poderes de facto, es disfrazarse de sociedad civil y dirigirse a los que votaron por AMLO en 2018. Qué desilusión, les dirán día y noche. Y hay que decirlo y no basta decirlo: hay que poner ejemplos. Amplificarlos. “Yo voté por él, yo promoví el voto por AMLO, yo luché desde 2006 para ganar la Presidencia. Y qué desilusión”, dirán muchos de esos que serán jalados hacia el centro conciliador.

Intentarán influir en la interna de Morena. Si quieren recuperar parte de lo perdido, no tienen de otra. Eso creo. Además muchos de ellos son lo suficientemente pragmáticos como para acomodarse casi donde sea. Querrán un acercamiento, procuran un acercamiento.

Tatiana fue Tatiana en 2018: los exhibió y los anuló. Los visibilizó.

Yo creo que para 2023 y 2024 el lopezobradorismo necesitará una Tatiana que los mantenga lejos. O Tatiana, ella misma, si es que la ruptura no fue tremenda; si sigue pensando como pensaba: que juntos hicieron historia.

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