79% acusa: Gobierno corrupto

Por Martín Moreno-Durán

79.3 por ciento de los mexicanos considera que en el Gobierno de López Obrador, hay “mucha o regular” corrupción.

La pregunta que brinca en todo el país y que hasta ahora López Obrador no ha podido -ni podrá- responder, es: ¿de dónde y cómo surgió el enriquecimiento inexplicable de su hijo José Ramón López Beltrán, que le ha permitido llevar vida de millonario en Houston? Ese es el punto central de la corrupción galopante que hoy ahoga al régimen obradorista. Ese es el hoyo negro. Lo demás, son meras interpretaciones.

Y precisamente por esa ausencia en la explicación de por qué el hijo mayor del Presidente de México es millonario, del origen de su innegable fortuna junto con su esposa Carolyn Adams y de dónde han salido sus ingresos hasta hoy secretos y sospechosos. Por todo ello es, justamente, que la mayoría de los mexicanos ya se ha dado cuenta que el aro de la corrupción rodea al Gobierno de AMLO.

La encuesta de Consulta Mitofsky -capitaneada por Roy Campos-, divulgada el domingo pasado, arroja una cifra brutal que es un mazazo en la nuca para el Presidente y su hoy derrumbado y poco creíble discurso de ataque a la corrupción:

79.3 por ciento de los mexicanos considera que en el Gobierno de López Obrador, hay “mucha o regular” corrupción.

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Es decir: prácticamente 8 de cada 10 mexicanos ubican al Gobierno de AMLO como corrupto. Ochenta de cada cien. Casi nada.

La medición de Mitofsky es un severo y rotundo desmentido a una de las promesas y mitos de AMLO: terminar y combatir a la corrupción. Vamos más allá: fue su principal lema de campaña, su estandarte, su bandera estrella para ganar la Presidencia en 2018. Hoy por hoy, ese propósito se ha esfumado.

¿Por qué 80 de cada 100 mexicanos ven al Gobierno de López Obrador como corrupto? ¿Por qué la bandera más importante de AMLO hoy está hecha trizas? ¿En qué momento la corrupción devoró al régimen 4T?

Son varios factores de peso y fondo. Echemos un vistazo a las razones de la corrupción obradorista:

CORRUPCIÓN FAMILIAR. Aislado de la realidad entre las paredes y espejos de un palacio, AMLO creyó que su palabra y discurso iban a ser eternos, que no se iban a desgastar, pero se equivocó de punta a punta. Ignoró una máxima en la política: al discurso hay que renovarlo de manera frecuente porque se agota y si es repetitivo, termina por ser hueco e intrascendente. Y eso le ocurrió a López Obrador: ante las primeras llamadas de atención sobre la corrupción exhibida con sus hermanos Pío y Martín recibiendo dinero ilegal, los contratos de Pemex de su prima Felipa, la fortuna de Manuel Bartlett, las casas de Irma Eréndira Sandoval, los millones entregados a Epigmenio Ibarra pero, principalmente, el golpe demoledor que lo tiene postrado al darse a conocer la riqueza inexplicable de su hijo José Ramón López Beltrán y su nuera Carolyn Adams, así como sus evidentes conflictos de interés con contratistas texanos con Pemex y la vida millonaria de Jotaerre en Houston, AMLO optó por su salida de siempre: negar la corrupción y culpar a los medios de golpistas – una cantaleta inventada por uno de sus ideólogos: Epigmenio Ibarra-, que se diluye ante las evidencias contundentes y probatorias de las corruptelas familiares. Empero, el discurso ya no le alcanzó, se le desgastó, feneció y por tanto, dejó inerme al tabasqueño. Hoy es un Presidente exhibido y rebasado. Moralmente derrotado.

DISCURSO AGOTADO. El discurso de AMLO se ha erosionado y, por tanto, es poco creíble. Solamente se lo tragan sus fanáticos y sus propagandistas con pluma y micrófono. Por algo, Mitofsky ubica su nivel de aprobación en franco descenso: 59 por ciento, el más bajo del sexenio dentro de las mediciones de esta encuestadora. Y seguirá bajando ante la creciente corrupción que surge un día sí y otro también de la mano de su hijo millonario, familiares cercanos y colaboradores. Al Presidente cada día se le cree menos ante las evidencias irrefutables de corrupción dentro de su Gobierno. Y un mandatario sin credibilidad es un “pato cojo”, como le llaman en Estados Unidos a los políticos venidos a menos.

LICITACIONES SIN TRANSPARENCIA. El Gobierno de AMLO otorgó ocho de cada 10 contratos públicos de manera directa en 2021, sin licitación. De 157 mil 796 contratos, 126 mil se adjudicaron sin licitación pública, sin transparencia. (Fuente: Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad). Es el caldo de cultivo de la corrupción obradorista.

IRREGULARIDADES Y DESPILFARROS. Las cifras no mienten: la Auditoría Superior de la Federación detectó irregularidades por… ¡63 mil millones de pesos en la Cuenta Pública 2020! en obras y programas clave del Gobierno de AMLO. Hay anomalías por 10 mil millones de pesos en los proyectos insignia de la 4T: Base Militar Aérea de Santa Lucía, Refinería de Dos Bocas y Tren Maya (El Universal/ 21-Febrero-2022). El daño al Erario Público asciende a 49 mil millones de pesos. Y más: tres mil 558 millones de pesos del presupuesto destinado al manejo de la pandemia por COVID-19, fue derrochado y mal gastado. Es la cifra inhumana. El tufo de la corrupción llega hasta Palacio Nacional, donde no han querido ver el mal manejo de recursos públicos. Sin embargo, la corrupción hiede y es percibida por las mayorías.

La bandera anticorrupción de AMLO está en el suelo, hecha girones, despedazada por su propia familia. El pañuelito blanco está manchado. Al igual que López Portillo, al igual que Peña Nieto, López Obrador pasará a la historia como un Presidente que permitió la corrupción de su familia, se benefició de ella, prefirió cerrar los ojos y saldrá, sin duda, tiznado por la corrupción.

Ocho de cada diez mexicanos ven corrupción.

El discurso de AMLO se fundió.

Perdió esta batalla.

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